Tras la ola de calor sufrida durante el segundo fin de semana de agosto, que provocó un calentamiento extremo del agua hasta superar los 31,5 grados, miles de peces aparecieron muertos en diversas playas del Mar Menor, repitiéndose las imágenes ya tristemente conocidas de años anteriores en esta que es la laguna salada más grande de Europa.

Las redes sociales no tardaron en reaccionar al suceso y se movilizaron con este motivo para pedir a las administraciones nacional y regional la activación de medidas urgentes ante este nuevo episodio, porque está claro que, a estas alturas, el común de los ciudadanos tiene bastante claro que los dirigentes políticos, con su inacción, son los principales responsables de esta grave crisis medioambiental que afecta al Mar Menor.

Medios de comunicación de ámbito local, regional y nacional se hicieron eco de las imágenes de esos peces colapsando diversas playas de la zona, y la mayoría de ellos ofrecían datos y testimonios de especialistas universitarios y técnicos del Ayuntamiento de Cartagena que repetían las altas temperaturas como principal causa de lo ocurrido. Los que estamos al día de los riesgos que amenazan la buena salud del Mar Menor sabemos que esa no es ni la única ni la principal causa, pero desde luego tampoco lo es la agricultura.

Determinados grupos ecologistas han tomado los trabajos agrícolas en el Campo de Cartagena y, a base de retorcer verdades y dar brillo a fantasmas y fantasías, la han acabado transformando en el archienemigo perfecto para asegurar su supervivencia económica. Es de suponer que los profesionales de ese sector ya se cuidarán de plantar cara a las acusaciones y falacias -en muchos casos- que estos grupos vierten sobre ellos, pero lo que alarma realmente al resto de la población es cómo, con esa mezquina estrategia interesada, los ecologistas están haciéndole el juego a los políticos.

En estos momentos resulta de vital urgencia que todos los grupos sociales y ciudadanos exijan una actitud de acción efectiva y urgente por parte de la ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, y el consejero de Medio Ambiente de la Región de Murcia, Antonio Luengo; que dejen a un lado de una vez los intereses partidistas y esos continuos enfrentamientos que no llevan a ningún sitio para adoptar de una vez, de manera conjunta e inminente, las medidas necesarias para proteger al Mar Menor.

¿Qué hay de la ejecución del Plan de Vertido Cero? ¿Dónde queda esa idea de la creación de un anillo protector ambiental? Es necesario que la movilización y presión sobre los responsables políticos sea unificada y contundente. Pero resulta que los principales exponentes del movimiento ecologista en la Región de Murcia están mucho más interesados en lucrativas cruzadas personales, como demonizar la agricultura o dotar de personalidad jurídica al Mar Menor, una medida claramente polémica que ha sido puesta en duda, sin paliativos, por diversos juristas.

Durante la citada reacción en redes sociales de la pasada semana, ANSE (Asociación de Naturalistas del Sureste) y WWF (Fondo Mundial para la Naturaleza) compartieron un vídeo en el que se observaba a cientos de peces muertos entre los que flotaban un puñado de langostinos. La imagen, dramática como todas inicialmente, hizo saltar las alarmas de algunos internautas al observar que los citados crustáceos presentaban un aspecto, de hecho, demasiado apetecible; sonrosados y brillantes tal y como se sirven de ración en cualquier bar para delicia de los comensales.

¿Alguien había arrojado esa docena de langostinos para añadir efectismo al vídeo que se disponía a grabar? Es imposible responder a esa duda sin proceder a la autopsia de rigor, pero la anécdota fue suficiente para que muchos murcianos se preguntaran qué se puede hacer para proteger al Mar Menor cuando los ecologistas de la zona tienen demasiados intereses personales como para preocuparse por los comunes. Esa pregunta sí que tiene respuesta: hay que movilizarse, hay que pedir responsabilidades políticas y hay que exigir que se dejen a un lado los fantasmas para afrontar, de una vez por todas, las medidas necesarias para paliar la grave situación de nuestras aguas.

Que podamos disfrutar de una vez, sin más miedos ni incertidumbres, de todos los valores medioambientales, económicos y sociales de la Región de Murcia. Salvemos el Mar Menor, y disfrutémoslo con una jugosa cesta de fruta y verdura a nuestro lado. Y el que quiera, que se coma un langostino.