La amenaza del cambio climático para el mar Mediterráneo se mide ya por 27,4 grados en la temperatura del agua. El aumento térmico es uno de los factores que determinan la ‘violencia’ de la gota fría y también de las noches tropicales. «Un agua caliente transfiere más vapor a las capas bajas de la atmósfera, más combustible, por lo que se pueden producir gotas frías potencialmente más intensas», señala Juan Andrés, portavoz en Murcia de la Agencia Estatal de Meteorología. «Pero tienen que confluir dos factores, el calentamiento del agua por un lado con la presencia de una bolsa de aire frío en altura, sumado también al registro de vientos desde el mar hasta la costa».

Jorge Olcina, director del Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante alerta de que «todavía veremos como la temperatura del mar sigue subiendo y alcanzará los 28 grados». Un factor clave para explicar la virulencia de las precipitaciones del otoño, aunque situaciones de gota fría puedan producirse ya en cualquier época del año.

Pese a que no hay previsión a medio plazo de lluvias torrenciales, según la Aemet en Murcia, el temor a una gota fría o Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA) se ha incrementado inevitablemente por el estado del Mar Menor. En el recuerdo está lo ocurrido tras los fenómenos meteorológicos extremos ocurridos en septiembre de 2019 y las consecuencias que tuvo para la laguna tras la entrada masiva de agua dulce cargada de toneladas de nitratos agrícolas, metales pesados y otros contaminantes urbanos.

«Un evento así sería catastrófico para el Mar Menor», señala el investigador de la UPCT y uno de los portavoces del Comité de Asesoramiento Científico del Mar Menor, Javier Gilabert. Las consecuencias que ahora se están viviendo con la falta de oxígeno en la laguna que ha ocasionado la muerte a miles de peces y crustáceos se «triplicarían» con una gota fría. «En cualquier momento puede venir un embolsamiento de aire frío y generar unas precipitaciones muy fuertes sumado al factor de la temperatura del agua».

El temor a unas lluvias fuertes que arrastren más sedimentos hasta la laguna está en un agravamiento de la eutrofización que sufre el ecosistema.

Los 27,4 grados que se han registrado en el Mediterráneo, dato que aporta Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo (CEAM), es la segunda más elevada desde que comenzaron a recogerse los datos en 1982. Más allá de las gotas frías, las lluvias cálidas que se están registrando estos últimos días en la Región de Murcia se suelen dar más a menudo sobre mares y océanos cálidos y en sus zonas costeras, de ahí su proliferación ahora en el Mediterráneo.

Las lluvias cálidas se producen cuando no hay una gran inestabilidad atmosférica. No hay una gran masa de aire fría, pero sí hay mucho calor en superficie. El contraste entre ese calor intenso en superficie, y el aire menos cálido en las capas medias de la atmósfera generan estas nubes bajas, estratocúmulos, que son las que descargan las lluvias, escasas y en forma de chaparrón.