El departamento de Ingeniería Química y Ambiental de la Universidad Politécnica de Cartagena ha vuelto a dar un paso más en su investigación sobre la presencia de los microplásticos en la Región de Murcia. Por primera vez, ha estudiado y constatado la presencia de estas partículas sintéticas por ingestión en una de las especies que pueblan el Mar Menor: la dorada. En su tracto gastrointestinal se han localizado partículas microplásticas y fibras en la misma proporción que otras especies analizadas en albuferas costeras o bahías semicerradas, donde hay una mayor presencia de estos compuestos que en animales que habitan en mar abierto.

Esto se debe a una mayor concentración de las partículas en el Mar Menor y que se acaba reflejando en los organismos vivos que habitan en este enclave regional. La fibra procedente de la rotura de las artes de pesca o compuestos procedentes de cosméticos o cremas solares, así como de la degradación de otros macroplásticos, se han hallado tanto en el estómago como en el tracto digestivo de todos los ejemplares estudiados. El uso intensivo de la costa del Mar Menor en verano hace que aumente la presencia de estas partículas. «Una mayor concentración de la actividad tanto en la laguna como en su costa en época estival provoca un incremento de determinados plásticos en diferentes tamaños», señala Francisco Javier Bayo, investigador del grupo de Ingeniería Ambiental de la UPCT.

Este estudio de las doradas comerciales, donde se detectaron nueve tipos de polímeros, parte de la tesis doctoral de la investigadora Dolores Rojo, cuyo departamento es puntero en el análisis de la presencia de microplásticos en diferentes entornos de la Región de Murcia, incluido el aire, y que pertenece a la Red Temática de Micro y Nanoplásticos en el Medio Ambiente de la Agencia Estatal de Investigación del Ministerio de Ciencia e Innovación, coordinada desde la Universidad de Alcalá.

Sin presencia en la musculatura

Los investigadores lograron aislar cuatro formas de microplásticos con tamaños que van desde 91 micrómetros a cinco milímetros: fibra (71,68%), fragmento (21,15%), película (6,81%) y microperlas (0,36%). El investigador Bayo aclara que el hallazgo de estos microplásticos se ha limitado a su presencia en el tracto digestivo pero no ha llegado a la musculatura del animal, por lo que no supone un peligro en su consumo.

Sin embargo, el importante papel del pescado en la nutrición humana, especialmente en zonas costeras, hace necesario «realizar más investigaciones» sobre el control de estas partículas y evaluar el potencial de transferencia a través de los alimentos de origen marino, «tanto de los propios microplásticos como de productos químicos peligrosos, señalan los investigadores en su estudio.

La investigadora Dolores Rojo, analizando uno de los ejemplares capturados UPCT

La complejidad de legislar sobre este contaminante

¿Qué sanciones se pueden establecer por contaminar con plásticos el medio natural? ¿Se pueden exigir responsabilidades medioambientales? ¿Y quién se haría cargo de la restauración? La expansión de los plásticos en diferentes tamaños y formas es imparable ya en oceanos y ecosistemas terrestres de todo el mundo. La falta de un criterio común para establecer parámetros de medición de estos tóxicos impiden que los estudios sobre los microplásticos «no estén bien estandarizados», señala el investigador de la UPCT Francisco Javier Bayo. Es urgente fijar métodos científicos que aporten fiabilidad a los estudios internacionales.

En una jornada reciente sobre el desafío medioambiental, ético y judicial que presentaban los microplásticos, organizada por el Centro de Estudios en Bioderecho, Ética y Salud de la Universidad de Murcia, se puso encima de la mesa la complejidad de legislar sobre este tipo de contaminantes. «No somos conscientes del problema que estamos generando», señalaba Miguel Motas, toxicólogo y profesor de la UMU, «cualquier muestra que cojamos de agua tendrá microplásticos». En la Unión Europea, remarcaba el investigador, se vierten el equivalente a 66.000 camiones de estas partículas a los océanos.

Blanca Soro, profesora de Derecho Administrativo de la UMU, habló de que un problema que genera «daños transfronterizos» difícilmente pueden ser reparados y también resultaría complejo encontrar un responsable. Por ello cree que el papel que debe jugar el derecho debe ir encaminado a lograr la mitigación, prevención y precaución, así como la restauración de los ecosistemas afectados.