A lo largo de la historia, la experiencia y los avances técnicos han propiciado que mejoremos en todos los ámbitos. La aplicación de tecnología a la agricultura es un ejemplo de cómo es posible ser más eficientes y respetuosos con el Medio Ambiente.

Cuando Henry Ford decidió replantearse la forma de transporte y la industria de principios de siglo XX, pocos podían imaginar la revolución que supuso el automóvil en el desarrollo de la sociedad actual. Y, aún menos, que esa evolución nos traería automóviles que funcionan de forma sostenible, con energías limpias.

Tampoco se podía imaginar el futuro cuando Kodak rechazó las cámaras digitales, o los suizos no aceptaron la propuesta de fabricar relojes digitales, o cuando Blockbuster rechazó a Netflix… ejemplos que nos sirven para entender que siempre es mejor la experiencia que el descrédito o la falta de confianza en los cambios que nos ofrece la tecnología.

La historia está plagada de casos en los que alguien no creyó en la modernización de los procesos. Por ejemplo, con respecto a los recursos hídricos, nos encontramos en un momento en el que los ciclos del agua están sufriendo cambios significativos. Y no solo el consumo de agua, sino que, además, el 8% de la energía generada a nivel mundial se utiliza para mover, tratar o extraer el agua.

Agua, en muchos casos de muy mala calidad, con elevadas concentraciones de sales, con dotaciones de riego por hectárea cada vez más escasas y sobre todo, con precios muy elevados. Un tema, que especialmente en la Región de Murcia, donde producimos una de cada cuatro piezas de frutas y verduras que España consume y exporta al mundo, conocemos muy bien.

En definitiva, es imposible mantener los niveles de rentabilidad y producción necesarios para alimentar a una población que crece a ritmo de 60 millones de personas por año si no es con tecnología y sin perder el horizonte de la sostenibilidad.

Por ello, la innovación tiene una aplicación directa en el Campo de Cartagena en el día a día de miles de agricultores, de técnicos, de ingenieros agrónomos y otros tantos profesionales comprometidos con un sector que ha querido estar siempre a la vanguardia en tecnificación y que, no olvidemos, ha hecho grandes esfuerzos por modernizarse y ser más sostenible.

Todo el sector ha adaptado y digitalizado las explotaciones. Hemos entendido que ya no vale con producir más al menor coste, sino que además hay que incorporar en la ecuación el ‘cómo’ se produce. La sostenibilidad y la precisión son claves para poder seguir creciendo.

La digitalización de la agricultura ya es la opción por defecto. Y tenemos que estar a la cabeza, liderando esta revolución. La agricultura 4.0 del presente, para mejorar el futuro, es una agricultura de precisión, en la que se está democratizando el uso de los datos (Big Data), gracias a todos aquellos sensores y sistemas con los que podemos medir casi cualquier cosa. Y una vez que disponemos de esos datos, estamos aprendiendo a saber qué hacer con ellos (Machine Learning) y a compartirlos a través de lo que se denomina el Internet de las cosas (IoT).

Esto está permitiendo que, en aquellas explotaciones que ya incorporan sistemas de monitoreo y control del riego y fertiirrigación a través de sensores e incluso imágenes de satélite, se puedan modificar y adaptar las estrategias de riego y los planes de abonado a las nuevas necesidades. Todo ello, teniendo en cuenta muchos factores y parámetros que interactúan entre sí para conocer el momento de mayor tasa fotosintética del cultivo.

De este modo, se puede aportar la cantidad exacta de agua y abono, en el momento de mayor demanda del cultivo, en función a la radiación solar, la temperatura, la humedad de suelo, la evapotraspiración del cultivo, la concentración de sales en el suelo… Un control casi absoluto que nos permite ser optimistas.

Todo esto permite mejorar la eficiencia en el uso del agua, consiguiendo ahorros medios de hasta el 30%. Ello supone un ahorro medio de unos 1.800 m3/ha y año. En el caso de España concretamente, en la última década, se ha reducido el consumo de agua en un 15% por hectárea, precisamente por la incorporación de nuevos sistemas de control.

En el Campo de Cartagena hemos liderado una revolución silenciosa aplicando conocimiento a la agricultura, pensando siempre en la sostenibilidad; porque ser sostenible en agricultura es ser eficiente, y ser eficientes es lo que necesitamos para el futuro de los cultivos. La eficiencia es responsabilidad y nuestra tecnología nos sigue acercando a la máxima eficiencia, que es la llave para que la agricultura protagonice el futuro que todos esperamos.