«Hay que tomar las cosas tal como son, pues no se puede hacer política sino es a partir de realidades. Claro que podemos saltar sobre la silla como cabritos gritando ‘Europa, Europa, Europa’, pero esto no significa nada ni lleva a nada». Esta célebre frase del estadista y fundador de la V República francesa, Charles de Gaulle, ha sido utilizada por mi querido compañero Jean Baptiste Mousset como inició en su alegato final en el juicio que se está siguiendo en Marsella contra la empresa española Terra Fecundis.

Efectivamente, de nada sirven las constantes reformas que se realizan en Bruselas si luego los Estados miembros practican el proteccionismo con los códigos penales nacionales.

Este es el caso de tres jóvenes murcianos, de los que se nos llena la boca llamándolos emprendedores y dándoles premios al mejor empresario joven o a las buenas prácticas laborales. Tres jóvenes que vivieron de cerca el duro trabajo de los temporeros españoles en Francia y que ingenuamente pensaron que se podía hacer mejor. Auspiciados por el consulado francés en Murcia, avalados por la Tesorería General de la Seguridad Social -TGSS- que expedía los certificados A1 (que permiten legalmente el desplazamiento de trabajadores) y supervisados por los sindicatos y por las inspecciones de trabajo española y francesa, crearon una ETT agrícola transcomunitaria. Todo ello de conformidad con las directivas y reglamentos europeos vigentes. Organizaron y profesionalizaron un trabajo que hasta entonces se realizaba sin control, desordenadamente y sin garantías.

Pero claro, como en el mito de Sísifo, no sabían que se enfrentaban a una cima inalcanzable. Esto es, el verdadero temor que los estados tradicionales tienen a este ente (o entelequia) que es la Unión Europea. El interés económico para ver quién recauda las millonarias cotizaciones a la Seguridad Social hicieron rehenes a estos tres emprendedores y a su empresa. A pesar de haber pagado las cotizaciones, impuestos y salarios de miles de trabajadores, hoy se enfrentan a un juicio, acusados de realizar una actividad empresarial y laboral sin declarar en Francia. Como si lo que se declara en España no existiese. Desquebrajando los cimientos de la Unión Europea basados en la libre circulación de personas, capitales y servicios.

Eso es el extranjero. Al otro lado de los Pirineos. Este es el verdadero trasfondo de juicio que estamos defendiendo esta semana. En este contexto, presos del sistema y de la burocracia, se agradecería el apoyo que a nivel nacional y ante las administraciones europeas podrían hacer nuestros gobernantes nacionales. Entretanto habrá que pedir que Francia se reconcilie con sus tradicionales valores de libertad, igualdad y fraternidad, pues de lo contrario la UE no será más que otro fallido intento de unificar el viejo continente.