«Me desplacé a Lorca para girar una visita y asistir al funeral de Estado que se celebró con presencia de los entonces Príncipes de Asturias», recuerda en declaraciones a LA OPINIÓN, el entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Valentín Cadenas estaba en el quirófano aquella tarde del 11 de mayo de 2011 cuando la tierra zarandeó Lorca. Este médico anestesista siguió operando mientras a su alrededor caían azulejos y las paredes se rajaban. «Aprendí a escuchar al que no habla sino al que solo mira, como también al que grita. Y he aprendido a llorar en silencio sin derramar ni una lágrima», relata la arquitecta municipal, María García Martínez.

Juani García Pallarés se preparaba en su casa para la operación de cáncer a la que iba a ser sometida al día siguiente en Murcia. Entonces, en su cocina se abrió una gran raja por la que podía ver a su vecino. El peluquero Diego Re, del barrio de San Fernando, perdió su casa. Andrés Miguel Perán, salvó la vida de su mujer y de una clienta y su hija, al arrastrarlas al interior de su tienda de telas en la calle Pío XII, cuando ellas se quedaron paralizadas mientras los cascotes de los edificios caían a su alrededor. La funcionaria de Justicia Carmen Casalduero aún recuerda el sonido al caer la iglesia de Santiago: «Estaba en la glorieta de San Vicente. Una nube de polvo lo envolvía todo». Y Ana Belén Fernández presenció el derrumbe de la espadaña de la iglesia de San Diego.

María Dolores Lafuente Lafont, directora del Hospital Virgen del Alcázar, rememora cómo desalojaron el centro y trasladaron a todos los enfermos a las pistas de fútbol de los colegios de las Alamedas ‘mientras esperábamos a las ambulancias para trasladarlos’. Tana García Mínguez escuchó un ‘estruendo terrible’ cuando se hundió el tragaluz de la escalera de su vivienda, mientras la fachada se venía abajo. Francisco Javier García se la jugó mientras entraba en su casa para coger un biberón para su bebé. Y la quiosquera Fina García no puede remediar las lágrimas al acordarse de aquel día.

De ‘milagro’ hablan las clarisas. La restauración del Monasterio de Santa Ana y Santa María Magdalena fue posible gracias a dos mil regantes del Sindicato Central de Regantes.

La Comunidad de Regantes de Lorca logró lo impensable, aunar a los agricultores de Almería, Alicante y Murcia, para levantar el convento que sucumbió al terremoto. El campo dio todo un ejemplo al acoger a los lorquinos que vivían en la ciudad y al abrir sus almacenes para dar de comer a los que se habían quedado sin nada.

Carlos Miñarro y María Molina, vecinos de La Viña, lo perdieron todo, su casa, sus recuerdos y su tienda. Y José Antonio Gilberte aún no cree cómo su edificio pudo desplazarse y volcarse cuarenta centímetros.

Estos son algunos de los más de medio centenar de testimonios que conforman la memoria del olvido del especial dedicado al X aniversario de los terremotos de Lorca que La Opinión publicará el martes. El equipo del periódico echa la vista atrás para recordar lo que aquel día sucedió, pero también para mostrar la nueva Lorca, la de después del terremoto, la que resurgió de los escombros con el esfuerzo de los lorquinos.

El especial, de casi treinta páginas, queremos que sea un homenaje a los que se fueron, pero también a todos los que siguen luchando por lograr que las ‘asignaturas pendientes’ ya no lo sean. Y queremos que estos testimonios sirvan a los que están por llegar para que valoren con el paso del tiempo la hazaña que consiguieron los lorquinos que les precedieron. No falta en este compendio las plumas de los articulistas de la ciudad, Ángel Montiel, José María Pérez-Muelas Alcázar y Francisco Gómez, junto a otras que ayudarán a todos a preservar la memoria de lo que aquella tarde aconteció en la Ciudad del Sol.