«La cuarta ola será la de los efectos psicológicos de la pandemia». Expertos y políticos ya han alertado de los estragos que está causando la covid-19, casi un año después de la explosión de la primera ola, en la salud mental de los ciudadanos. Al ‘shock’ que produjo el confinamiento se une ahora la llamada ‘fatiga pandémica’, reconocida por la propia Organización Mundial de Salud. Pero ya el primer confinamiento afectó de forma irremediable a los hábitos y al bienestar físico y psíquico de los murcianos.

Un estudio elaborado entre siete universidades, entre ellas la Universidad de Murcia, demuestra que el confinamiento provocó que se dispararan los sentimientos negativos, sobre todo la incertidumbre respecto al futuro, que aumentó en un 77% de los murcianos consultados. «Lo que más me afecta es a nivel laboral, porque no sé qué va a pasar», decía uno de los entrevistados. Los ERTE, las dudas sobre el futuro laboral o las dificultades para estudiar sin ir a clase son algunas de las incertidumbres que se reflejan. Alrededor del 47% respondió que habían padecido síntomas depresivos durante la pandemia y un 41% declaró que sufrían más problemas a la hora de concentrarse. Sin embargo, nada como el miedo a perder un ser querido, una preocupación que sintió el 73%.

Y eso es solo el principio: necesidad de ayuda psicológica, problemas para desconectar, tendencia a no querer hablar o pensar en las preocupaciones, miedo a perder a seres queridos, irritación o enfado, cambios de humor... Todos estos problemas aumentaron, en mayor o en menor medida durante el primer estado de alarma, decretado entre marzo y junio de 2020. Más de la mitad de los murcianos, un 55%, reconoció tener problemas de sueño: «No puedo dormir. El sueño se me ha quitado. Anoche tuve que tomarme una pastilla para intentar dormir algo. He dormido muy poco. Tengo temor de que me llamen para darme otra mala noticia», es una de las respuestas que se recoge en la investigación ‘Las consecuencias psicológicas de la COVID-19 y el confinamiento’, coordinado por la catedrática de Psicometría de la UMU, María Dolores Hidalgo.

Entre la muestra total, podemos ver como un patrón se repite: los problemas son más acusados entre la población joven. Por ejemplo, entre los que afirmaron que habían experimentado un aumento de los sentimientos depresivos: un 49% entre los jóvenes de 18 a 34 años, un 43% entre el grupo de mediana edad, y un 36% a partir de los 60 años.

Soledad e irritación en los jóvenes

Algo parecido sucede en relación a quienes declaran sentirse más solos (un 42% de los jóvenes). La soledad afecta incluso más a los menores de 34 años que al grupo de los más mayores, en el que solo el 32% dice sentirse más solo. Esta relación inversa con la edad también se repite en cuanto a los que reconocen experimentar mayores niveles de irritación o enfado (un 58% de los jóvenes por un 34% de los mayores).

«El trabajo me produce ansiedad y al estar en casa no puedo gestionarla y la llevo el día entero. Una vez que empiezo bien... cuando termino de trabajar estoy agotada. Estoy peor de la ansiedad, antes estaba mal, pero ahora me siento muy sola», respondía otra chica. El informe recalca que la reclusión en el hogar fue «una situación sin precedentes en nuestro país y con múltiples estímulos generadores de estrés».

Los expertos diferencian entre dos tipos de situaciones de afectación psicológica por la covid: por un lado las causadas por un estímulo relacionado con la covid-19. como cuestiones económicas, pérdida de empleo, etc. Las personas que han presentado síntomas de covid-19 o que pasaron el confinamiento solos muestran niveles de estrés y preocupación mucho más elevados.

Pero más allá de las causas evidentes, hay otras personas que caen en una situación de depresión, incertidumbre, ansiedad o negatividad sin necesidad de estímulo desencadenante. Entre estos factores se encuentran el pesimismo respecto al futuro, el miedo al contagio o la frustración.

Más tiempo viendo la tele, con los videojuegos y con las redes sociales 

La necesidad de estar en casa favoreció ciertos hábitos como el de ver más horas de televisión (con un ascenso del 67%), estar más pendiente de las redes sociales (algo que hicieron el 71% de los encuestados)o jugar a videojuegos (más del 40%). Sin embargo, se desplomó el consumo de apuestas online, una circunstancia favorecida por la suspensión de las competiciones deportivas. «Vemos series, películas... En casa no se ven películas todos los días y ahora todos los días pues te tiras en la cama después de comer y vemos una película con la niña. El consumo de televisión ha crecido un montón y los hábitos han cambiado», es una de las percepciones que refleja este estudio de siete universidades.

Se dispara el consumo de alimentos hipercalóricos

Entre los hábitos de consumo, llama la atención que la Región de Murcia es la comunidad en la que más aumentó el consumo de alimentos con muchas calorías: un 47%.  «No como más que guarrerías, he cogido 4 kilos, hago comidas, sí, pero luego como muchas guarrerías», declaraba uno de los entrevistados. 

En cambio, hay quien aseguraba que la situación le ayudó a mejorar ciertos hábitos:«Ha mejorado mi alimentación. Cosa que me he tomado en serio durante el proceso de sanación. Mucho vegetal, integral, comer mejor». Sin embargo, son minoría:solo un 7,8% manifestó comer mejor.