Mientras los hosteleros continúan en pie de guerra por las restricciones del Gobierno regional para evitar contagios por coronavirus, los salones de celebraciones ven perder una oportunidad de negocio que se marcha a los locales de sus compañeros alicantinos. La proximidad con la provincia vecina ha hecho que muchas parejas se hayan planteado reorganizar sus bodas allí para esquivar la medida más impopular tanto para los salones como para las parejas: la limitación de reunión a 30 personas, cuando en Alicante pueden cubrir hasta el 75% del interior.

Una situación crítica para los que viven de las celebraciones y que les ponen muy cerca de tener que echar la persiana tras una temporada de confinamiento sin actividad y un verano con celebraciones reducidas que llegan a cuentagotas. «Teníamos 26 eventos hasta final de año, con las medidas me han cancelado todas las bodas», cuenta Rafael Cebrián, dueño del Estudio de Ana. La falta de actividad está suponiendo así costes inasumibles por mucho tiempo: «Mis únicos ingresos han sido apenas 10 comuniones de 30 personas, pero no sé si continuar dándolas porque no es rentable».

Esto ha condenado a algunos empleados a continuar en ERTE y a Rafael a solo contar «con dos cocineros, dos camareros y una persona de mantenimiento». Además, denuncia que hay algunos restaurantes que incumplen la normativa al dividir los salones con biombos para meter varias celebraciones de 30 personas: «Al final los niños de distintas comuniones juegan juntos y eso supone un riesgo de contagio».

Tomás Sáez, dueño de Salones Larache, se muestra igualmente rotundo: «Estamos abocados al cierre temporal. Esta mitad de año iba a ser buena, pero nos han cancelado el 30% de las celebraciones, la última, una prevista para octubre. Hasta el año que viene no podremos celebrar las pocas que se han pospuesto». La situación para Tomás tampoco tiene visos de mejorar: «Hasta ahora solo hemos facturado el 8% de lo que solemos hacer habitualmente a estas alturas, pero, en vez de ayudar, nos demonizan. Hará falta mucho trabajo para restituir la imagen y disipar miedos».

La fuga de los eventos a Alicante parece ser la 'puntilla' para rematar algunos negocios como el de Luis Saorín, propietario de El Portón de la Condesa: «A muy pocos kilómetros, en Orihuela, se están celebrando eventos cumpliendo con la normativa. Nosotros, en cambio, no solo no cubrimos gastos, sino que nos cuesta el dinero», confiesa. «Llevo desde marzo sin hacer ningún banquete, aún así haré uno de 30 personas aunque me cueste el dinero por un compromiso. Hasta ahora he podido ir devolviendo la señal por las cancelaciones, pero esto no puede continuar así mucho más tiempo. No queremos ganar, sino poder mantener a nuestro personal», y propone «que hagan más inspecciones, nosotros podemos tomar la temperatura a los comensales y recoger sus datos».

"Indignada pero optimista"

Algunos, afortunadamente, se salvan, como Estrella Carrillo, propietaria del restaurante Santa Ana. Un acuerdo con los Jardines de La Alquibla (Orihuela) le ha permitido trasladar allí algunas de sus celebraciones. No obstante, pese a que le ha supuesto una ayuda, asegura que aunque «los novios acudían a mí desesperados, no he cogido ninguna pareja que no fuera cliente mío por solidaridad con mis compañeros murcianos. Beneficiarme habría sido muy ruin», y continúa, «me parece muy indignante que no pueda trabajar en mi tierra y a unos minutos de mi casa sí. Aunque no nos dejen trabajar seguiré, porque la gente tiene ganas de celebrar y mi agenda me mantiene optimista. Esto terminará y nos habrá servido de cura de humildad», afirma.Los hosteleros de la Vega Baja, entre la celebración y la prudencia

Pese a que algunas parejas han acudido a Alicante en busca de ayuda para salvar sus bodas, los hosteleros vecinos aseguran que sucede, pero que pocos se atreven por ahora a dar el paso. Así lo manifiesta Pedro Marín, propietario de fincas de celebraciones de Orihuela: «Me han llamado mucho, pero hasta ahora solo he tenido una celebración de una pareja murciana». Antonio Martínez también ha podido acoger algunas celebraciones venidas de Murcia en sus jardines de La Alquibla. Por su parte, Salvador Carrillo, propietario del Grano de Oro (Albatera, en Alicante), asegura también que las parejas están llegando de forma «muy limitada» y que la mayoría está optando por «reducir lo posible el número de invitados porque la gente tiene miedo de ir a una celebración».