María Quesada, natural de Torrevieja pero de origen murciano, llevaba planeando casarse con su novio, el también torrevejense Antonio Callejas, desde hace dos años. La fecha era el 16 de mayo, y por agradar a sus familiares murcianos, iba a tener lugar en el Estudio de Ana, en Puente Tocinos.

La pandemia dio al traste con sus planes y la boda se trasladó al 18 de septiembre, pero las restricciones pusieron difícil que el día saliera como lo habían soñado: «La familia de Antonio era muy grande y había gente que no podíamos dejar fuera. Estábamos dispuestos a renunciar al baile, la barra libre o tener que acabar a la una de la madrugada, pero no a dejar fuera a nuestros seres queridos», relata María. Con poco menos de un mes de antelación, la boda acabó siendo en la iglesia de la Inmaculada Concepción de Torrevieja y la celebración en la Masía de Chencho, en Elche (Alicante). Allí pudo contar con 120 de sus más allegados. «Ha sido una semana muy estresante porque ha supuesto reorganizar absolutamente todo».

En Alicante dice que le pusieron muchas facilidades: «Nos ayudaron mucho y nos transmitieron mucha confianza. Los invitados también se lo tomaron muy bien». Eso no fue óbice para que alguno rechazara la invitación: «Algunos compañeros de universidad o algunos que convive con personas de riesgo prefirieron no venir al ser muchos invitados».

Por su parte, María opina que las medidas en Murcia «se han tomado sin antelación»: «En el Estudio de Ana nos comentaron de un caso en el que ya habían pedido toda la comida y lo tenían todo preparado antes de la restricción de aforo. Todo ese dinero lo perdieron».