Y llega el 9 de junio y, con él, el Día de la Región más atípico. Después de tres meses de pandemia en los que 149 personas han perdido la vida, se ve por fin la luz al final del túnel. Vuelve la actividad a nuestras calles y una nueva normalidad con sus risas, sus abrazos, el trabajo pendiente y el calor del verano. En la memoria de todos, los fallecidos y sus familiares. En el horizonte el temor a un rebrote y la incertidumbre por la situación económica.

¿Saldremos mejor o peor de esta pandemia? Estos días somos muchas las que nos lo hemos preguntado. La historia nos enseña que los grandes desastres pueden provocar dos reacciones opuestas. Tras la Primera Guerra Mundial surgió en gran parte de Europa una sociedad egoísta y ultranacionalista que acunó los fascismos criminales. Tras la Segunda Guerra Mundial, en cambio, la mayoría de las sociedades levantaron los Estados del bienestar que trajeron, con sus claroscuros, una etapa de igualdad y libertades sin precedentes.

La suerte aún no está echada, pero una amplia mayoría social apoya, tanto en nuestro país como en nuestra Región, una política de mano tendida y no dejar a nadie atrás. Durante la pandemia el Estado ha sostenido las nóminas de más de 80.000 trabajadoras y trabajadores murcianos, ayudando a 14.000 empresas y más de 40.000 autónomos.

Menos de 5.000 personas percibían antes de esta crisis la renta de inserción regional. El nuevo ingreso mínimo vital multiplicará este número, aliviando la situación de más de 20.000 familias murcianas. Nunca el destino de nuestros impuestos estuvo tan repartido y fue tan solidario.

A esta política se opone la de los que se apropian de la bandera de España para descalificar y excluir a todo el que no piensa como ellos. Ese mal también lo sufrimos en Murcia. Durante años los dirigentes murcianos se han preocupado más por buscar enemigos imaginarios que por solucionar nuestros problemas reales.

De nuestro modelo de desarrollo insostenible tenían la culpa los aragoneses, los catalanes y los manchegos, esa media España que no quería darnos agua. De las grandes carencias en educación y sanidad, la infrafinanciación estatal, de la que solo se acuerdan cuando no gobiernan los suyos. Del coronavirus, los madrileños que llegan a infectarnos. Con su estrategia del odio el PP nos ha situado como la comunidad que menos simpatía despierta. No nos beneficia en nada.

Tampoco faltan autóctonos en la lista negra. Bernabé y López Miras le cargaron el retraso del AVE a los vecinos de las vías, después de 7 años gobernando en Madrid y 24 en Murcia. Ahora tienen la poca vergüenza de echarle la culpa del bajón del turismo a las gentes del Mar Menor que denuncian la sopa verde. Y seguirán echando gasolina al fuego mientras les funcione.

La culpa de todo lo que pase en esta legislatura la tiene el 'gobierno socialcomunista'. No importa cuando leas esto. Tampoco que sea el gobierno que han votado más de la mitad de los españoles.

Hoy es el Día de la Región. Habrá quien diga que este año tenemos poco que celebrar, pero seguimos teniendo mil motivos para sentirnos orgullosas de esta tierra. Las gentes murcianas no somos como nuestro gobierno regional. Sentimos esta Región y la defendemos, sin necesidad de odiar ni atacar a nadie.

¡Viva Murcia, pijo! No es un grito de guerra. Es una expresión de alegría. Lo escribió Julián Andúgar y lo cantó nuestro José María Galiana: «Toda esta tierra debe ser mañana/ mesa redonda, corro de alegría;/ no más despensa para don€/que salga el sol, y se abra una ventana/ para todos igual que el primer día». Este es nuestro himno oficioso. Esta alegría vital, a pesar de los pesares, es lo que define nuestra Región.