La mayoría de los reclusos que golpean a funcionarios en las cárceles de la Región lo hacen porque prefieren ser trasladados al módulo de aislamiento antes que toparse en el patio con otros presos, a los que temen, indican a esta redacción fuentes cercanas.

La prisión de Campos del Río, la más grande de la provincia, era escenario estos días de tres agresiones. En la última que se hizo pública, una trabajadora acabó en el hospital, con daños en la córnea, después de que un interno le arrojase un líquido corrosivo a los ojos.

Y en el ataque anterior, afirman fuentes próximas, pasó exactamente lo que trabajadores denuncian: que un recluso, para librarse de ver a compañeros a los que debía dinero, optó por pegar a un funcionario, al que mandó al hospital con una fractura en la rodilla. El recluso en cuestión consiguió lo que pretendía: fue trasladado a aislamiento.

Agresiones a funcionarios y reyertas entre los propios reos. «Se pelean, cuando llega el día de cobro, porque el que tiene deudas por trapicheos con otros internos, si tiene la certeza que por parte de sus familiares no va a recibir dinero, fuerza la pelea para ir a aislamiento», indica el coordinador autonómico de la Agrupación de los Cuerpos de la Administración de Instituciones Penitenciarias (Acaip), Fran Mauri.

Una vez logrado el propósito de ser llevado a aislamiento, el reo en cuestión puede permanecer allí como mínimo tres días. Dependiendo de lo que haya hecho, puede ser que no regrese al módulo en el que había estado todo este tiempo. Lo cambian de zona con carácter indefinido. Lo cual no hace que se salde la deuda.

«Si hubiese más personal, se podría controlar mejor el trapicheo, aunque este siempre va a existir dentro de la prisión», reconoce Fran Mauri. En la misma línea, señala que «si se quisiera una reinserción efectiva, no habría dos psicólogos para 1.100 internos», como en Campos del Río.

En las cárceles murcianas entra la droga por distintas vías. Puede ser introducida en el recinto por parientes de los internos, que van a visitarlos. También por los propios reclusos, cuando regresan a la prisión tras pasar unos días de permiso. Se la introducen en cavidades de su cuerpo. Y de un modo más peculiar: a través de la correspondencia, del correo tradicional. Funcionarios de prisiones han llegado a ver papelinas de heroína pegadas en las cartas.

Dentro de Campos del Río hay hachís, marihuana y heroína, aunque, lo que más, fármacos que tienen recetados los presos, y que luego cambian alegremente. Su circulación también provoca riñas en el patio.

Hay muchos internos que se encuentran «en tratamiento con metadona», pese a lo cual «siguen consumiendo», apunta Mauri, que recuerda que a un adicto «no se le puede imponer el tratamiento» para que se desenganche.

Un hueso de pollo, que de antemano es algo inofensivo, puede convertirse en un arma letal. En los registros de celdas, los funcionarios de prisiones llegan a encontrar auténticos cuchillos de fabricación casera con los cuales podría perfectamente matarse a una persona. Son los tristemente típicos pinchos carcelarios.