Al traspasar las puertas del Arsenal, no podía imaginar lo que es vivir dentro de un submarino. "Cuando subas al 'Galerna' lo entenderás", me repetía el suboficial, José Aniorte, quien me acompañó durante mi visita a la base de Submarinos de Cartagena, junto a otros dos oficiales.

Con una plantilla de medio millar de personas, la base ubicada en las instalaciones del Arsenal, alberga los cuatro sumergibles S-70 que forman el grueso de la Flotilla de Submarinos de la Armada Española. Estos sumergibles son el 'S-71 Galerna', el 'S-72 Siroco', el 'S-73 Mistral' y el 'S-74 Tramontana', fabricados en los astilleros de la antigua Bazán, hoy Navantia, bajo patente francesa.

Al edificio central de la base se une el inmueble de la Escuela de Submarinos y el Tanque de Escape, donde los alumnos hacen prácticas de escape libre con una columna de agua de diez metros.

Nada más abrir la escotilla para bajar, el jefe de Personal de la base, Alberto Antón, gritó: "¡Guarda, abajo!", para indicarles a los de a bordo que bajaba por la escalerilla. El espacio dentro del submarino es tan reducido que dos personas no pueden atravesar al pasillo a la vez.

"No hay ningún sitio cómodo. No respiras aire puro. No ves la luz del día y, además, a bordo hay un olor característico. Las condiciones de habitabilidad son muy especiales porque se vive con estrés. A 300 metros de profundidad hay 30 kilos de presión por cada centímetro del barco", señaló el suboficial Mayor de la base, Salvador García Lorente.

Con 67,57 metros de eslora y 6,8 metros de manga, estos submarinos se dividen en tres compartimentos estancos: la cámara de proa, donde se sitúan los tubos lanza-torpedos. En tiempo de paz, esta cámara se utiliza para alojar a la marinería, "pero en situaciones de guerra se utilizaría para alojar todos los torpedos", precisó Antón.

Justo debajo de la vela del sumergible, se halla la cámara de mando, donde se encuentran todos los puestos y equipos claves del submarino, tanto para la seguridad en inmersión como los tácticos. Un largo pasillo comunica con la popa del buque. A ambos lados se encuentra el camarote del comandante y las cámaras de oficiales, suboficiales y cabos, el comedor de marinería, la cocina, los sanitarios y las duchas. En el último compartimento se localizan dos motores diésel y los generadores y los motores eléctricos. En medio de este enjambre de diminutos habitáculos, la tripulación, unas 88 personas entre oficial, suboficial, marinería y médico, efectúan turnos de guardias.

"En circunstancias normales, las guardias son de tres horas. El resto del tiempo se descansa, lo que ocurre es que no existen espacios libres. En la mesa de la cámara de oficiales, si uno está trabajando con un portátil y otro viendo cartas náuticas, ya no queda espacio libre para el resto. Algunos juegan con la Nintendo sobre la cama", explicó.

Las guardias las hace un tercio de la tripulación. Hay misiones de guardias de seis horas y si la misión es zafarrancho de combate, "entonces toda la tripulación permanece en su puesto", añadió.

La higiene merece un capítulo aparte, por no hablar de las taquillas de la tripulación. Las duchas son diminutas, de forma que si el marinero es muy alto tiene que ducharse torcido. Las duchas son cada tres días y la ropa es muy limitada. Si vas a estar treinta días en el submarino, no puedes llevar treinta camisetas porque las taquillas son pequeñas", señaló Antón.

Todo los detalles tanto de seguridad como de aprovisionamiento de víveres están estudiados al milímetro, como corresponde a la disciplina propia de los militares.

"Las cámaras frigoríficas tardan tres días en cargarse. Están situadas bajo la cocina y todo se almacena por riguroso orden y es etiquetado para que, una vez en el mar, se sepa claramente dónde están las cintas de lomo o los filetes de pollo", aclaró.

La cocina tiene el tamaño de un cuarto de aseo, pensé nada más verla, pero es que la cámara de la marinería parece el montaje teatral de una obra vanguardista. Rodeados de tubos y sobre unas colchonetas cubiertas con fundas de piel roja dispuestas por encima de los torpedos, los marineros se echan a descansar en las horas libres.

La Marina Española ha sido una de las primeras en incorporar mujeres. Desde hace unos cinco años, las chicas también forma parte de la tripulación de los submarinos, "pero nunca va una sola a bordo. Como mínimo siempre hay dos. Las mujeres han sabido adaptarse perfectamente", dijo.

Normalmente, la programación anual de la base de Submarinos incluye una serie de ejercicios y misiones que suponen una estancia anual de 160 días en el mar. Sin embargo, la tripulación no vive obsesionada con el momento de pisar tierra firme. "Sólo piensas en el día de hoy. Da igual que sea lunes o domingo, o si es de día o de noche", advirtió.

Dentro del submarino se respira un olor especial y el calor, sobre todo durante los meses de verano, es insoportable debido a la gran cantidad de equipos que contiene, pese a que incorpora sistemas de refrigeración. "Todo es eléctrico. A 15 metros de profundidad se saca el mástil de inducción que absorbe aire para alimentar al motor diésel que mueve un generador que carga la batería. El tiempo de recarga depende de la velocidad y de los equipos que estén funcionando", argumentó Antón. La batería incluye dos grandes cajones de 80 elementos cada uno que en total suman 320 voltios. Ahora mismo, "el 'Tramontana' está en fase de reparación en Navantia y en julio habrá que cargarlo", dijo.

Cualquier error puede poner en peligro la seguridad de la plantilla."La labor del suboficial es primordial. Tiene que tener rapidez para reaccionar", indicaron.

Lo ideal es desear que estos militares nunca tengan que aplicar sus conocimientos en una guerra, que no se abra ninguna vía de agua en el casco del buque ni éste choque con ningún barco que navegue en superficie.