«¿Limpiar la rambla? Desde siempre. Igual iba corriendo, veía algún plástico y lo cogía. Cuando estaba en la instrucción de suboficial del Ejército, también. Pero no sé cuándo me dio por limpiar a fondo la rambla, dos años aproximadamente». Así se expresa Alejandro Ayala, militar de carrera y estudiante de segundo de Enfemería, que, aunque reside en la capital de España, aprovecha cada vez que visita su Cartagena natal para adecentar un lugar, la Rambla de Benipila, frecuentado por personas que hacen botellón y luego no recogen los restos de su juerga.

«Está bastante sucia», describe Ayala, que asegura a LA OPINIÓN que le gusta esta labor: «Me da paz interior, que es por lo que lo hago», sostiene. Si él no la retirase, «sé que toda esa basura acabaría en el mar», comenta. Cada vez que va, «no doy abasto», aunque le consuela eso, «saber que no acabará en el Mar Mediterráneo».

El militar (del Ejército de Tierra, en concreto Artillería, aunque está en situación de excedencia) invita a todo aquel que se quiera unir a él a que lo haga, «yo encantado». «Muchas veces me han dicho ‘avísame’... y luego no han venido», reconoce de sus allegados. Sí que le han echado un cable algunos desconocidos, «algunas veces ayudando a llevar las bolsas, otras a recoger… siempre se agradece», manifiesta.

Preguntado por cuánto tiempo de media suele dedicar a la limpieza de la zona, apunta que «hay veces que me he tirado prácticamente todo el día, pero eso lo hago una vez al mes, porque yo vivo en Madrid».

La costumbre, «ir a las diez de la mañana y estar hasta las dos o las tres de la tarde, más o menos». Los días que hace diez horas, «no son de seguido, me llevo comida y agua y estoy sin móvil ni reloj», explica. Cuando para, «me echo a la sombra un rato, una siesta me da paz, escuchando a los ‘pajaricos’ como desconexión del mundo», destaca el militar. «Ahora en invierno son menos de diez horas, cuando oscurece me voy», deja claro.

"Me dijeron ‘héroe’"

Esos días de diez horas de trabajo, Alejandro Ayala saca «más de 30 bolsas» y las deposita en «los contenedores que hay aledaños a la rambla». Y antes de echarlas a la basura, separa «los plásticos con los plásticos y los vidrios con los vidrios», asegura el militar, que pasó el 4 de enero, día de su 36 cumpleaños, en la rambla.

«Yo no quiero fama», deja claro Ayala, a quien sí le agradaría que lo que hace «sirva para remover conciencias». «El otro día, por ejemplo, tres mujeres mayores me aplaudieron, me dijeron ‘eres un héroe, muchas gracias’», rememora. También hay quienes le gritan que los que deberían recoger los desperdicios son «los marranos» que los han dejado. «Yo lo hago desde el amor, no desde el odio a esa gente», subraya Alejandro Ayala. «Otros ni me miran», admite.

Tarjetas caducadas, juegos antiguos de consola y paraguas

Cuando uno se dedica a limpiar la rambla, «encuentra de todo», comenta el militar, al tiempo que apunta que «lo más habitual son las botellas de bebidas alcohólicas y de refrescos» que dejan tiradas las personas que hacen botellones.

Pero Alejandro Ayala también ha hallado cosas curiosas, como «tarjetas de crédito caducadas o paraguas». «Hoy vi uno que estaba perfecto y me lo he quedado», precisa, y añade que «una vez me encontré un montón de videojuegos de una consola de hace 13 años». Ante la hipotética situación de que su ejemplo sirva para remover conciencias y hasta crear un movimiento de personas que se dediquen a limpiar zonas así, insiste en que él no pretende fama, pero que «si lidero ese movimiento, pues encantado».