Plumas contra el viento en Beniaján

Había alguno que bostezaba -era la hora de la siesta- y otros que empezaban a cuestionar su decisión de no ponerse chaqueta. Hacía frío ayer en Beniaján y, sobre todo, mucho viento. A la entrada del municipio, en la Avenida Fabián Escribano, las comparsas se organizaban y ajustaban los últimos detalles de sus disfraces entre altavoces y camiones, resguardándose del clima, mientras que los vecinos y visitantes buscaban un huequecito en las pocas zonas de la acera regadas por el sol.

Pero fue darle al play y estalló la fiesta en Beniaján. El pueblo se echó a la calle con el danzar de las comparsas, que comenzaron su idilio con don Carnal y doña Cuaresma pasadas las cinco de la tarde. Más de una decena de grupos de Carnaval, locales y foráneos -de Sangonera la Verde, Cartagena, La Ñora...-, entre los que primó un estilo muy concreto en sus disfraces: las plumas -ya fuera en forma de bufanda, en el traje, gorro o incluso alas- fueron un año más las protagonistas de este pasacalles. «Es ya una costumbre, en Beniaján somos así de espectaculares», decía una festera sobre el atuendo.

Sin una temática concreta -los personajes de ficción estaban solo entre el público- los vestidos que desfilaron por las principales arterias de la localidad ocuparon un amplio porcentaje de la paleta de colores y llevaron la fantasía a las calles con medidas coreografías. Aunque, como siempre, quien se quedó con los curiosos fue una pareja de niñas de no más de cuatro años de la comparsa Los Chapulines -que encabezaban la comitiva- que hicieron las delicias de los asistentes intentando seguir los pasos de baile de los mayores.

Al final, entre risas, música y ambiente festivo, todos se olvidaron del empeño del clima por dificultar a soplidos la marcha, pues el viento lo único que consiguió al final fue agitar las plumas de color y avivar la llama del Carnaval.