La tiroides es una glándula hormonal, que tiene forma de mariposa y está situada debajo de la nuez y por delante de la tráquea.  Su misión es generar dos tipos de hormonas, la tiroxina y la triyodotironina, que son distribuidas por todo el cuerpo a través de la sangre.

Pues bien, estas hormonas son esenciales para el correcto desarrollo de muchas funciones corporales como la regulación de la energía, de la temperatura corporal o del metabolismo. Además, afectan al crecimiento, la fertilidad, al desarrollo y crecimiento de los órganos y mantener la actividad cerebral.

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Pero la capacidad de la tiroides de producir estas hormonas está directamente relacionada con la extracción de una cantidad suficiente de yodo de los alimentos que ingerimos.

Cuando el organismo no recibe suficiente yodo, la glándula tiroidea reduce su actividad provocando hipotiroidismo. Los síntomas de esta patología son:

Por el contrario, cuando la glándula tiroidea produce un exceso de hormonas aparece el hipertiroidismo. Los principales signos de este exceso hormonal son:

La mayor parte de los casos esta patología está causada por la enfermedad autoinmune conocida como enfermedad de Graves. El hipertiroidismo puede ser provocado también por la aparición de nódulos en la tiroides o por algún fallo en el sistema inmune del paciente.

Problemas en el tiroides y embarazo

Pues bien, el doctor Javier Santamaría, miembro de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), ha recordado que la disfunción tiroidea es muy frecuente entre la población general, pero especialmente en la mujer.

El experto recuerda que, dado que el embarazo supone una importante sobrecarga de trabajo para el tiroides, al necesitar aumentar su producción de hormonas tiroideas alrededor de un 50%, la presencia de una disfunción tiroidea es un fenómeno muy frecuente durante la gestación.

El doctor Santamaría indica que, de acuerdo con la evidencia disponible, que el trastorno más común durante el embarazo es el hipotiroidismo. En estos casos, y tal y como hemos visto, la glándula no puede producir la cantidad de hormonas necesarias para el correcto desarrollo del feto y la salud de la futura madre, en un momento en el que se requiere una mayor producción de hormona tiroidea.

Se estima que hasta un 25% de las embarazadas pueden presentar alguna alteración en el funcionamiento de la glándula tiroides. Por eso, se recomienda valorar la función tiroidea en todas las embarazadas en la primera analítica del embarazo.

Las consecuencias de no tratar las enfermedades de la tiroides

En lo tocante a salud reproductiva y la gestación, se sabe que las alteraciones en el funcionamiento de la tiroides afectan a la función reproductiva, de modo que existe una dificultad para lograr el embarazo.

Además, se incrementa el riesgo de que, una vez conseguido el embarazo, se produzca un aborto. «Por este motivo siempre que se detecten problemas de esterilidad o abortos de repetición es especialmente importante descartar una posible patología tiroidea», apunta el doctor Santamaría.

El hipotiroidismo clínico se asocia a múltiples complicaciones tanto para la madre como para el hijo. Abortos, anemia de la madre, hipertensión y preeclampsia, desprendimiento de placenta, amenaza y parto pretérmino o hemorragia postparto en el caso de las mujeres. Muerte fetal, bajo peso al nacer, distrés respiratorio neonatal en el caso de los fetos.

La tiroides produce glándulas que intervienen en múltiples funciones del organismo, desde el desarrollo del futuro hijo hasta la frecuencia con la cual late nuestro corazón.

Nódulos tiroideos

Entre las dolencias que pueden afectar a la glándula tiroidea los nódulos que aparecen en ella son los más comunes. Se diagnostica en el 4-8% de la población general, asegura la doctora Elena Navarro. Y es que «cuando se realizan exploraciones como TAC o PET por otros motivos de salud pueden aparecer nódulos tiroideos en el 30-60% de los casos».

El principal reto diagnóstico de estos nódulos es poder descartar malignidad, ya que, aunque la mayoría son benignos, en aproximadamente el 10% de los casos pueden ser de tipo canceroso, prosigue esta experta.

Esto hace que el diagnostico sea más completo, rápido y eficiente y permite así seleccionar de forma más rápida los nódulos que precisan cirugía, de aquellos que no la requieren.

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«En los nódulos benignos es importante vigilar los posibles cambios en el tamaño o características, por lo que el seguimiento se realiza también mediante ecografía en las consultas de Endocrinología», advierte.