Se nos ha ido una de las grandes. Quizás no era súper conocida entro los que hablan, pero sí que gozaba del reconocimiento mundial de los piensan. Un campo en el que es mucho más difícil destacar y donde no existe los éxitos efímeros ni las crestas de las olas.

María teresa Miras fue una científica con mayúsculas. Y una de las personas que probablemente más ha hecho por dejar claro que las mujeres no tienen techos de cristal por mucho que la sociedad de entonces (no hace tanto) se empeñase en meterlas en urnas de porcelana.

María Teresa alcanzó cotas internacionales en el mundo de la ciencia, donde llegó a ser una de las expertas mundiales en neuroquímica del cerebro.

Ha sido la primera mujer en presidir una Real Academia de Ciencias (la de Farmacia) y también formaba parte de la Real Academia de Doctores.

Catedrática de Bioquímica y Biología Molecular en las Universidades de Oviedo, Murcia y Complutense de Madrid, se ha dedicado a la investigación durante más de 40 años y ha recibido importantes premios de investigación nacionales e internacionales.

Pero además, siempre destacó por su empeño en divulgar, en poner al alcance de todos el conocimiento científico, los nuevos descubrimientos, y la verdad de las cosas que sale de los hechos probados, con esfuerzo y rigor, y no de las opiniones cuasi improvisadas.

Por eso María Teresa Miras aceptó formar parte de la Comisión científica de BuscandoRespuestas.

Y en una vida más que ocupada encontró tiempo, junto con todos los miembros de esta Comisión, para asegurarse de que este ‘matrimonio’ entre ciencia y periodismo fuera capaz de mantenerse fiel y sus artículos nunca traicionasen ni las verdades de la ciencia, ni la capacidad de hacerlos comprensibles que les aporta el periodismo.

Y por eso en BuscandoRespuestas queremos rendirle este último homenaje lleno de agradecimiento y admiración por lo mucho que nos enseñó en cada encuentro.

Y aunque es posible que su adiós no ocupe portadas de periódicos, el hueco que deja será mucho más difícil de llenar.

El Cisne Negro que acabará con nuestra salud: La última lección de la profesora Maria Teresa Miras

Durante siglos los europeos tuvieron la certeza de que todos los cisnes eran blancos. A menudo los científicos ingleses lo ponían como ejemplo de una verdad absoluta.

Pero su creencia sufrió un duro golpe tras descubrir Australia. Allí había cisnes negros.

Desde entonces se conoce como «Cisne Negro» a un evento extremadamente raro y absolutamente impredecible, pero que tiene un impacto enorme en nuestras vidas.

El mesotelioma de pleura es un tipo de cáncer de pulmón que se produce como resultado de la exposición al amianto. Es extraordinariamente raro y a menudo mortal. Podría considerarse un buen ejemplo de un «Cisne Negro».

Pese a su peligro, en la España de Franco se utilizó a menudo amianto. Miles de edificios, barcos o vagones de metro y ferrocarril contenían amianto en grandes cantidades (por ejemplo las célebres placas de Uralita estaban hechas de amianto-cemento). Incluso muchas de las tuberías que conducían el agua de abastecimiento a las ciudades eran de amianto-cemento. Todavía hoy en día quedan miles de kilómetros de estas tuberías en servicio en numerosas ciudades de España.

El problema está en que el mesotelioma de pleura aparece muchos años después de que suframos la exposición al amianto (incluso 30 o 40 años más tarde).

Entre que hubo (y aún hay) tanto amianto en el ambiente y el gran retardo en que se manifiesten sus efectos, resulta casi imposible averiguar en qué momento se recibe la exposición al amianto que desencadenará la aparición de un mesotelioma.

Pero el mesotelioma arrasará nuestra vida. Es raro, es impredecible, y tiene un gran efecto. Es un Cisne Negro.

Ayer falleció la profesora Maria Teresa Miras por causa de un mesotelioma.

Una buena mujer, que supo triunfar

La profesora Miras, Farmacéutica, Catedrática de Bioquímica y Biología Molecular en la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid, fue una magnífica investigadora en neuro-química con una trayectoria profesional plagada de éxitos, premios y reconocimientos.

A menudo rompió el techo de cristal que limita injustamente el reconocimiento profesional de las mujeres. De hecho fue la primera mujer en presidir una Real Academia en España. Durante dos mandatos, el máximo reglamentario, presidió la Real Academia Nacional de Farmacia (entre enero de 2007 y diciembre de 2012).

Sin duda Maria Teresa fue una mujer extremadamente competente. Una mujer que supo triunfar. Pero ella no querría que glosase aquí sus ingentes éxitos profesionales, porque Maria Teresa era ante todo una buena mujer que destacó en cuidar lo pequeño.

Hasta que la enfermedad se lo impidió siguió dando clase de bioquímica a alumnos de primero de carrera. Creía que en ese momento se forjaban las vocaciones. Animaba a los doctorandos al principio de sus carreras profesionales diciéndoles que siempre disfrutasen del placer de pensar.

Incluso en circunstancias tan difíciles como los tribunales de oposición (cuando hay que decidir a quien se otorga una plaza y hay varios candidatos que se la merecen de sobra) Maria Teresa destacaba por su humanidad.

Recuerdo una vez en que ella presidía un tribunal que debía otorgar una plaza en el CSIC. Solo había una plaza, pero varios buenos candidatos. Yo actuaba de secretario y al acabar de deliberar Maria Teresa me dijo: «Avisa a los que no han sacado la plaza. Vamos a explicarles en qué basamos nuestra decisión».

En los tribunales de Tesis tenía excelentes palabras de ánimo para los doctorandos, convencida de que eran en su mayoría gente de mucho talento que decidía dedicarse a la investigación abrazando una carrera profesional difícil, ingrata, insegura y mal pagada (cuando sus alternativas en el mundo empresarial eran a menudo infinitamente mejores). Maria Teresa les convencía para que disfrutasen del «placer de pensar», el único consuelo que podría brindarles una carrera científica.

La «bondad de la inteligencia»

Maria Teresa también estaba convencida de lo que ella llamaba la “bondad de la inteligencia”. Creía que quienes estaban dotados del don de la inteligencia tenían una mayor obligación moral de ejercer la bondad.

Otra de sus máximas fue «dedica tiempo». Siempre lo tuvo para quienes a menudo íbamos a verla para pedirle consejo.

Maria Teresa fue una mujer sabia a la hora de hacer frente a su cisne negro. Supo lo que era la vida y la muerte. «La vida es un instante extremadamente improbable entre el no existir». Afrontó sus circunstancias con una entereza que asombraría a un estoico. Incluso supo encontrar ocasiones de disfrutar en tan atroces momentos.

Hace poco Maria Teresa tuvo que hacer frente a otro Cisne Negro. Suso Pintor, su discípulo más competente y entrañable, a quien quería como a un hijo y en quién había confiado buena parte del futuro, sufrió un cáncer de páncreas que terminó con su vida en poco tiempo.

La última lección que nos enseñó Maria Teresa es que la esencia de la vida es el azar y la impredecibilidad. Queramos o no, no nos queda más remedio que aceptarlo.

Maria Teresa enseñó. Y muchos de nosotros aprendimos.

Sin duda la vida de María Teresa se puede resumir en que el mundo fue un lugar mucho mejor después de su paso por él.

¿Se puede decir más?