NEUROLOGÍA

España pincha en la vida tras un ictus: la mitad de los médicos ve "insuficiente" la rehabilitación al salir del hospital

Un estudio de FEDACE, con la participación de médicos rehabilitadores y neurólogos, desgrana los puntos negros una vez que el paciente abandona el centro sanitario

La falta de protocolos y la escasa coordinación con Atención Primaria pueden suponer un riesgo de no detección de posibles secuelas, se reseña

En España, se registran cada año entre 110.000 y 120.000 nuevos casos de ictus.

En España, se registran cada año entre 110.000 y 120.000 nuevos casos de ictus. / Shutterstock

Nieves Salinas

El ictus supone un gran desafío de salud pública en todo el mundo. En España, se registran cada año entre 110.000 y 120.000 nuevos casos. Es la primera causa de discapacidad adquirida en el adulto. Las asociaciones se quejan de que flaquea, mucho, la asistencia del después, cuando se abandona el hospital y los pacientes se encuentran con recursos públicos para rehabilitación muy limitados. Por ejemplo, la duración promedio de esos programas es considerada "insuficiente" para el 50% de médicos especialistas en el manejo del ictus.

Son datos que se extraen del informe 'Investigación social sobre el impacto de las secuelas en las fases subaguda y crónica tras un ictus', presentado por la Federación Española de Daño Cerebral (FEDACE), en colaboración con Ipsen. Es un documento que analiza la situación actual. Avalado por la Sociedad Española de Neurología y la Sociedad Española de Rehabilitación y Medicina Física, ha contado con la participación de 30 médicos rehabilitadores y neurólogos, y más de 100 pacientes de toda España.

En los últimos años se han producido grandes avances, fundamentalmente en la fase aguda, gracias a la implantación del código ictus, dicen los médicos

En el prólogo del documento, dicen sus autores que "en los últimos años, se han producido grandes avances en el abordaje del ictus, fundamentalmente en la fase aguda, gracias a la implantación del código ictus, al desarrollo de tratamientos más efectivos, a los avances en técnicas de neuroimagen y a los esfuerzos de protocolización de todas las intervenciones".

Protocolos sin consenso

Pero, como ha reflejado El Periódico de España, del mismo grupo editorial que este diario, en distintas ocasiones, los especialistas apuntan a "la falta de protocolos consensuados e integrados en los planes de ictus, en las fases subaguda y crónica, la insuficiente dotación de recursos, la variabilidad en los programas de rehabilitación y la escasez de recursos de apoyo a la vida después del ictus".

Con motivo de la presentación del informe de FEDACE, Patricia Simal, miembro del comité científico asesor del informe y neuróloga de la Unidad de Ictus del Hospital Universitario Clínico San Carlos de Madrid, ha subrayado aspectos fundamentales para que las personas afectadas logren una mayor autonomía y recuperen la máxima capacidad funcional y cognitiva.

Simal es coordinadora científica de la Estrategia en ictus del Sistema Nacional de Salud. Hace apenas unos días que el Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas han aprobado la actualización de esa estrategia, que databa de 2009. Ahora, se establecen los objetivos de mejora en todos los niveles de la atención sanitaria. Se engloba en el marco del Plan de Acción Europeo de Ictus 2018-2030, que define objetivos generales como reducir el número absoluto de casos en Europa en un 10% o tratar al 90% o más de todos los pacientes en una unidad especializada como primer nivel de atención.

Los recursos sanitarios

La realidad es que, pese a los planes institucionales y las buenas intenciones, faltan recursos. Lo ha enfatizado Ana Cabellos, presidenta de FEDACE, con motivo de la presentación del informe de la entidad: "Faltan recursos para cubrir las necesidades reales de rehabilitación, tanto de las secuelas físicas, como de las cognitivas, de comunicación o de atención psicológica y de apoyo emocional para los pacientes y sus familias".

Porque, con la información facilitada a FEDACE a través de los médicos rehabilitadores y neurólogos de hospitales de toda España, la situación es complicada. El estudio no profundiza en la fase aguda del ictus, ya que, subrayan sus autores, "los avances logrados en la última década han permitido que se cumplan gran parte de los objetivos".

El alta a domicilio

Eso sí, remarcan distintos aspectos a mejorar notablemente. Por ejemplo, el alta a domicilio sin tratamiento rehabilitador. Se estima en un 30% y correspondería a aquellas personas que previsiblemente tendrán una buena recuperación o algún déficit leve, apunta el documento. Solo el 37,5% de los profesionales afirma que este tipo de personas reciben un seguimiento posterior por parte del equipo de rehabilitación. La falta de protocolos y la escasa coordinación con Atención Primaria pueden suponer un riesgo de no detección de posibles secuelas, se reseña.

En el alta a domicilio con rehabilitación ambulatoria o domiciliaria, la ruta más habitual para personas con secuelas leves-moderadas, hay retrasos en el tiempo de activación del tratamiento

En el alta a domicilio con rehabilitación ambulatoria o domiciliaria, la ruta asistencial más habitual para las personas con secuelas leves-moderadas tras un ictus, hay retrasos en el tiempo de activación del tratamiento. Solo el 12,5% de los médicos afirman que la activación se produce en un tiempo "igual o inferior" a una semana tras dejar el centro sanitario.

Duración "insuficiente"

Hay más: el informe revela que la duración promedio de los programas de rehabilitación, también es considerada "insuficiente" para el 50% de los médicos consultados. O que la mayoría de las personas con secuelas reciben solo de 2 a 3 sesiones por semana con un tiempo medio de 30 minutos, según el 56% de los médicos.

Si se habla del abordaje de los trastornos emocionales y de conducta, existe un claro consenso (81,2%) sobre la insuficiencia de recursos para manejar estas alteraciones, especialmente por la falta de profesionales sanitarios (100%), seguido de los cortos tiempos de terapia en este tipo de intervenciones (61,5%) y la dificultad de coordinación entre niveles asistenciales (53,8%), zanja el informe.

El documento señala que, al iniciar la fase subaguda, el 100% de las personas presentaba secuelas físicas. También alteraciones emocionales (tristeza en el 69%), y cognitivas (dificultad para pensar y desorientación, hasta en un 50%). Las dificultades en el lenguaje y la comunicación afectaron al 53% de las personas, mientras que las alteraciones sensitivas tuvieron una prevalencia del 43%. El tratamiento rehabilitador recibido fue la fisioterapia (91,1%) y la terapia ocupacional (70%), las opciones más utilizadas.