Durante muchos años, el día de los Reyes, el 6 de enero, la familia Ballester; Mariano, Monique y Antonio y nosotros, íbamos a ver el Auto de los Reyes Magos a la pedanía de Churra. En una vitrina de una exposición del pintor me encontré una vez una foto de las dos familias en el evento. El pintor siempre reclamaba una afición para el tiempo que no pintaba, en él era la antropología. Ahí está el Museo de la Huerta, en Alcantarilla, como cosa suya indiscutible. Por su parte, Monique coleccionaba muñecas y juguetes. En la fiesta, ellos hacían fotos y nosotros rodábamos en cine. Nuestras imágenes están ahí como un vestigio de las gentes y sus costumbres, aunque la obra y la tradición de representarla ha sobrevivido a los años. En algunas ocasiones se sumaba a la pequeña excursión el cineasta Ramón Sierra, que añadía humor al espectáculo popular. Desde el siglo XVII se ha escenificado en muchos lugares de nuestra geografía, aunque en algunos pueblos fue desapareciendo durante el siglo XX. Aquí el empeño de unos grupos de aficionados al teatro ha salvado una reliquia de importancia cultural muy estimable.

El Auto está recogido en dos libretos manuscritos, con algunas variantes según el lugar de la representación, cuyos textos han ido pasando de generación en generación, copiándose en repetidas ocasiones con diferentes modificaciones. Uno de los libros, La infancia de Jesucristo, data del siglo XVIII y fue escrito por el malagueño Gaspar Fernández de Ávila, basado en obras cuyos orígenes se remontan a la Edad Media. El segundo libro que se utiliza en Murcia es posiblemente anterior. Se trata de un manuscrito anónimo, encuadernado en pergamino, titulado La fiesta de los Reyes, vulgarizada en Zarandona. Auto alegórico. La forma métrica del libreto es el romance octosílabo. Todos los personajes recitan con dramatismo y solemnidad su papel, excepto los pastores Jusepe y Rebeca, a los que se hace hablar en un castellano vulgar plagado de exageraciones y referencias al lugar en que habitan los actores. Naturalmente en Churra se incide en una versión de la historia de carácter humano y huertano.

El espectáculo se celebra el día de Reyes, cuando de Oriente y guiados por un ángel, llegan los Magos a la pedanía. Aquí, en los 60, al aire libre, con toda la gracia de la improvisación, de la teatralidad más ingenua. Las fotos de Mariano y nuestras imágenes en cine, aunque también utilizábamos la vieja Leica, recogían la ocasión con la guía de Ballester, verdadero entusiasta del acontecimiento anual que mantiene una expresión de nuestras propias raíces. Pasábamos la mañana con la sonrisa en el cuerpo que nos duraba tiempo; más amplia luego cuando veíamos los resultados fotográficos y el pequeño cine que se conserva en la Filmoteca.