Con el título de Sesenta tacos, Ángel Montiel escribe el jueves pasado una columna desde la sinceridad de quien empezó a trabajar en este diario, LA OPINIÓN, hacen ya treinta años. Con esa noticia y sumados los treinta que lleva en el diario, lo que nos dice es que ya tiene 60 años, y así repasa su trabajo, su vida, junto a su familia, su mujer y sus amigos, que considera (a todos ellos) de manera muy afectiva, al tiempo que nos dice que, ya en estos momentos, es el más viejo (ya hemos dicho que cumplió sesenta años) de todos los que trabajan entre las cuatro paredes del diario.

Como Neruda, confiesa Montiel que ha vivido, y que mucha gente buena y amiga le ha ayudado en este tiempo mediado entre el nacimiento y la edad que ahora no llama de persona madura, sino que, como mucho, se considera sexygenario, y no es que se equivoca porque tuviera que decir sexagenario, no. Lo que dice lo sabe bien y advierte en su columna que no le gusta ni la edad ni lo de la madurez.

Desde aquí le quiero felicitar, aunque a su modo de ver seguramente no sería lo más cuerdo, sino más bien una putada esto de cumplir tantos años.

En ello tiene razón nuestro amigo Ángel, en que son muchos años y en que con ellos debemos guardar cuidado, en la salud y todo lo demás, porque él sabe que en cuestión de dinero, por ejemplo, lo que ha hecho, solamente, es pagar la parte proporcional de su salario para el fututo, esto es, la pensión. Aquí conviene que añada, en mi caso, que este año Hacienda del Estado me ha escrito una carta (qué cosa más absurda) comunicándome la subida mensual, que sobrepasa en poco los seis euros.

Pero por el tiempo que conozco a Ángel, y desde la perspicacia de una amistad que me permite aconsejarle y decirle algunas cosas, le añado, en primer lugar que hace más de cuarenta que se de él, desde Lorca hasta la fecha en Murcia. Que se que es trabajador, más o igual que cualquier persona que se precie de poder decirlo. Ha sido varias cosas en este tiempo, pero sobre todo periodista, y además, todos los directores que ha tenido le han querido y le han respetado en este diario.

Ángel Montiel es también amigo de sus amigos; en serio, no falla nunca, pero sabe lo que se juega en el puesto de redactor, y como sus trabajos son, sobre todo, culturales y políticos del diario, cada día ha sido más independiente, esto es: tiene respeto por los que trabajan o se relacionan con este actividad, sean del partido que sean, porque aunque ideas sí que tiene el amigo Ángel, no deja huella de sus aspiraciones, ni de los amigos que ha logrado en la política, con la dificultad que entraña lo que digo.

Es, por tanto, valiente en sus comentarios, pero cuidadoso en el fondo y en la forma. Hace mucho tiempo que se desprendió de ciertas convicciones políticas (eso dice él en la columna de referencia) y lo que ha quedado en su alma es el valor de poder decir que tiene amigos (no demasiados, pero buenos) y una familia a la que adora. Y estos sesenta años le hacen brillar diciendo lo que siente.

Por eso, los demás, lo que le hemos conocido un montón de años, podemos también afirmar que en Ángel Montiel hemos encontrado un buen amigo, de verdad, que daría cuanto fuese por no desequilibrar esa barrera de la amistad, tan fuerte y frágil en ocasiones, Por ello, desde este mismo diario le quiero decir que me siento orgulloso de ser su amigo, de ser un amigo sentido que le respeta y que le desea salud para vivir, que sesenta años son nada y que va hacia una 'zona de desarrollo próximo', como diría la pedagogía, que se llama, le guste o no, la madurez.

Y mientras tanto, un brindis, amigo Ángel, desde El Parnaso de Santo Ángel, con otros amigos ya pasados del bucle de los sesenta, pero nunca, nunca, y menos con salud, llamarle vejez, porque ni tú eres el abuelo de tu diario ni nadie se lo cree.