Me he refugiado en este rincón del bar y, mientras leo el periódico, escucho y veo las noticias y reportajes de la tele. Estremece la información sobre el negocio que se hace con las mujeres. La esclavitud sigue. Cambia de estilo, pero no se acaba.

España está llena de niñas, jóvenes y mujeres traídas engañadas a prostituirse en casas de mala muerte, hostales de carretera y rincones de la periferia de las ciudades, donde son explotadas sexualmente bajo la amenaza de matar a los suyos en su lugar de origen si no consiguen pagar las ingentes cantidades de dinero que les cobran por traerlas y darles la posibilidad de ganar algo con los clientes.

Estas mujeres viven hacinadas en pisos cutres, sin contacto con el mundo exterior, salvo el de sus clientes, y no pueden escapar de las mafias que las traen engañadas. Las Hermanas Adoratrices, junto a otros voluntarios y órdenes religiosas, les ofrecen ayuda, cobijo y acompañamiento en su proceso de liberarse de sus agresores y de las lesiones psicológicas que éstos les tatúan en el alma, con ayuda de policía y de otros organismos, y la Iglesia ofrece este teléfono a todo el que quiera echar una mano en este asunto tan grave, a estas mujeres tan heridas, tan deterioradas y tan maltrechas, después de la experiencia sufrida de maltrato, vejación, violación y todo lo que le sigue.

A mí me ha parecido precioso que la Iglesia se ofrezca a humanizar esta situación tan grave que nos rodea y, desgraciadamente, en muchos casos nos deja indiferentes. Yo aprovecho también mi espacio para animar a la gente a apoyar a estas mujeres, para que nos comprometamos a echar una mano a esta horrible situación que no nos gustaría les ocurriera a nuestras mujeres y hermanas. Es una enfermedad grave de nuestra sociedad, que nos hemos acostumbrado a ver con naturalidad al viajar o en la vida diaria, y que es objeto de broma en muchos casos, por la naturalidad con la que se toca el asunto.

Si está leyendo esto un ´prostituidor´, me gustaría animarle a que tras esa mujer que ha utilizado intente ver a una persona que siente, que tiene una familia, que tiene un corazón, que se siente humillada y descatalogada de la sociedad por la tarea que está ejerciendo, y que pensara en su hija, su hermana o su madre, o en una gran amiga, y que le diera la oportunidad de salir de ese túnel oscuro en el que se encuentra sumergida, ayudándola a deshacerse de esos lazos que la ahogan y la atan a esta situación, y la mantienen aterrorizada y amedrentada.

Me produce dolor enterarme de cómo los adolescentes van en grupo a utilizar los servicios de estas mujeres y, mientras uno está dentro, pagado con el dinero de todos, los demás esperan fuera, nerviosos por la gran heroicidad que están haciendo y lo valientes que son, ellos, tan machitos€ Yo creía que esto no existía ya, y me da pena que sean los adolescentes los que utilicen sus servicios, siendo un problema de esclavitud tan gordo el que hay detrás de la prostitución.

Espero que, algún día, nos concienciemos todos de que hay que erradicar este problema de nuestra sociedad y de que el que existan no hace bien a nadie, ni a ellas ni a nadie más€

Os cuento todo esto para que tengáis unas entrañas de misericordia hacia las mujeres, tan vapuleadas por la vida y tan poco amadas. La verdad es que me gustaría contároslo en torno a una mesa camilla y cafetito, para entrar en detalles y tocaros el corazón. Os mando un abrazo.