Circula por las redes sociales estos días un vídeo extraído de una entrevista que Fernando Sánchez Dragó realizó hace algunos años al filósofo y ensayista Antonio Escohotado, en la que éste reivindica que un país no es rico porque posea petróleo o diamantes, sino porque tiene Educación.

Escohotado, que se lo fumó y se lo bebió todo en su juventud, viene a decir, tras una vida de intensas experiencias, muchas de ellas equivocadas, que el respeto al pensamiento de los demás, a las normas y los gestos de agradecimiento son lo que nos hace verdaderamente poderosos.

En pleno siglo XXI, cuando nos creemos modernos, compasivos y respetuosos, están más vigentes que nunca sus palabras, porque es cierto que la riqueza y el respeto ilimitado por los demás deberían constituir nuestra verdadera cultura, pero a día de hoy esto no sucede.

Los dos auténticos hippies de esa época en la que España despertaba de su letargo se encuentran en esta entrevista para darnos una bofetada de realidad, aplicable a todos los acontecimientos que vivimos en esta España convulsa y harta de maniqueísmos y falsos culturetas.

Pero echo de menos que corra como pólvora otra entrevista que Pablo Iglesias le hizo, en la que el pensador, que dice haber experimentado en su juventud con más de 140 sustancias psicoativas, le pega un repaso al podemita y le hace ver que los nazis y los comunistas han sido lo mismo.

La pseudointelectualidad que quiere lavar los cerebros de nuestros jóvenes desde el simplismo y el rencor de un pasado que no han conocido olvida que mantener los pies en la tierra es una consecuencia de haber vivido, no de haber leído manuales sesudos a los que se agarran los pensadores que ilustran las dictaduras.

Si autores como él han evolucionado desde sus errores y de su propia historia para devenir en sabios, tenemos que tomar nota y no caer en el error de escuchar cantos de sirenas, sino de aprender de la experiencia. Seamos más educados, respetemos a nuestro vecino, escuchemos y vivamos bajo esas premisas para empezar a ser ricos.