Se acerca el verano. No porque lo diga yo... ni el calendario (mucho menos fiable). Se acerca porque el calor ya es insoportable. Dos segundos al sol equivalen a 45 minutos de clase de crossfit en pleno invierno. Al menos, en mi caso, el sudor fluye en igual medida. Y con este panorama, pues cada día libre a uno le apetece ir disfrutando de esas playas de las que goza la geografía murciana. Y más ahora que los arenales están en su momento justo. Una combinación perfecta entre número de personas por metro cuadrado, temperatura del agua, cantidad y desplazamiento de las nubes... Una gozada. Reconozco, como cartagenero, que soy de los que apenas salen de las playas municipales, con escapadas a la costa de Mazarrón por motivos ´conyugales´. He llegado incluso a disfrutar solo de La Manga hasta el Monte Blanco, pero no de forma consciente. Esa maravillosa lengua de arena me parece un verdadero privilegio. Y qué decir de la zona oeste, con La Azohía y la Chapineta de mi adolescencia... Pero sin duda, lo que es indescriptible es caminar por las dunas -cada vez menos- de Calblanque, nadar a contracorriente en sus aguas, disfrutar de la paz que da el sonido del mar y no tener cobertura en el móvil... Es un auténtico paraíso. Y aquí, en la Región, salen más noticias de los problemas que genera la gestión del párking que del diamante en bruto que tenemos... Leía a un amigo comentar que cuando le diagnosticaron un cáncer a Yeray -jugador del Athletic- fue portada en todos los medios deportivos, pero no cuando reapareció en los terrenos de juego. Me pregunto si ése es el camino.