Cohorte, del latín cohors, es un término con dos significados diferentes. Por un lado, se trata de una unidad táctica del ejército romano que, a lo largo de la historia, tuvo distintas conformaciones. Por otro lado, cohorte es una serie, un conjunto o un número. De estas varias acepciones, me quedo con 'conjunto', del latín coniunctus? agregado de varias cosas o personas.

Estos agregados de cosas o personas pueden ser para bien o para mal. Nos centramos en 'agregado de personas'. En este agregado nos podemos encontrar con todo tipo de congéneres y, por lo tanto, todo tipo de acciones. Personas que se unen para conseguir mejorar la vida de otras personas; personas que conforman y colaboran en distintos tipos de clubes, o sea, convergen en un común interés. A veces de ese agregado, en muchas ocasiones engrudo, se derivan acciones y situaciones no muy digeribles para los que tenemos la 'suerte' de disfrutarlo muy de cerca. Hay momentos en que su comportamiento u opiniones resultan muy incómodas y desagradables no dándose cuenta de que molestan al otro agregado de semejantes que no son de su cuadrilla.

Hay un tipo de agregado muy curioso y al que, al cabo del tiempo, creo conocer mejor. Dicho conjunto es el conformado por individuos e individuas que se dedican a la literatura y se autollaman escritores, aunque hayan publicado un único título o se lo hayan autopublicado. Las ediciones son siempre muy reducidas, algunas no más de cien ejemplares. Pero eso es suficiente para pavonearse como escritor, otros tienen la suerte de volver a publicar alguno más (siempre en editoriales pequeñas, independientes o no muy conocidas para los que no están en este mundo).

Hay de todo, evidentemente, personas humildes y con humildad hablan e intentan mejorar día a día y que a la 'profesión' de escritor le anteponen la que les da de comer. En estos días he conocido y entablado una cierta amistad con un 'churrero-escritor', así se define él, los churros riquísimos. Me confirma que escribe por placer y, por ahora, una novela publicada.

Las características y cualidades de los que no son tan humildes se dejan ver en reuniones literarias, eventos, semanas, encuentros? en fin, allí donde se juntan a hablar sobre temas relacionados con el libro y su mundo.

En dichas reuniones, de un lado, están los ponentes y, de otro, los oyentes (público en general y escritores de todo pelaje). Siempre puede haber quien intente de una u otra forma ser el protagonista de la velada (como aquel que quería ser el bautizado en el bautizo, el novio en la boda o el muerto en el funeral), bien no parando de hablar, cuchichear molestando a los ponentes y al público en general, además de intentar monopolizar los turnos de preguntas, planteando cuestiones, casi siempre, de índole personal y recurrente a lo largo del tiempo y eventos diversos. Estas personas hacen buena la primera parte del aserto, que en su día redactó Voltaire: «El ignorante afirma o niega rotundamente; el sabio, duda».

La mayoría de las veces las cuestiones planteadas tienen un doble fondo o una segunda intención que siempre gira en torno del demandante de respuesta. Se creen poseedores del Santo Grial, y eso no es bueno.

Dentro de este engrudo también se encuentra el grupo de acompañantes o presentadores de algún que otro autor. Algunos de estos presentadores, cuya única misión es acompañar al autor, dialogar con él y servir de puente entre el presentado y el público, se permiten cuestionar la organización de alguno de estos eventos. Seguramente porque no les gusta la hora, la forma o ambas cosas. Pásese usted todo un año organizando un encuentro, por ejemplo, contactando con autores y cuadrando agendas, patrocinadores, colaboradores? Te pasas varios días pendiente de todos y de todo para que alguien, que posiblemente desconoce los por qué, cuestione lo que tú has tardado en cuadrar bastante tiempo y además lo plantee en público antes que llamar a la organización para aclarar lo que considere oportuno.

Como digo, menuda cohorte.