Me duele justo aquí, donde no estás. Me duele justo aquí, donde me faltas, donde no te dije te quiero, donde te lo dije mil veces y me faltó la que hacía mil una. Y me acuesto cada noche con tu camiseta, pulcramente doblada bajo mi almohada. La tomo entre mis manos y respiro, buscando tu olor.

Me duele justo aquí, donde no estás, donde no te tengo, donde todos sobran. Y necesito decirte cada día que te quiero, aunque ya lo sepas, aunque de sobra se note, aunque no haga falta. Necesito decirte que te quiero en cuanto me levanto, a media mañana, a mediodía, antes y después de merendar y justo antes de acostarme. Necesito decirte que te quiero cuando llego tarde, cuando voy sin prisa y cuando el tiempo vuela. Necesito decirte que te quiero cuando me duele la cabeza, cuando no estoy para nadie, cuando apenas he dormido y cuando la siesta se me ha ido de las manos.

Necesito decirte que te quiero cuando tengo hambre, cuando tomo mi postre preferido o cuando me olvido de comer. Porque yo quiero estar contigo, yo quiero estar contigo y mirarte a los ojos y tomarte de las manos. Yo necesito estar contigo, caminar de tu mano, apenas unos pocos pasos o hasta el final del camino. Yo quiero caminar contigo a paso ligero o hasta arrastrar los pies y que no se sepa quién sostiene a quién. Yo quiero mirarte a los ojos justo antes de dormir, cuando amanece y cuando el cielo se tiñe de naranja, al atardecer.

Yo quiero mirarte a los ojos y decirte que te quiero, sin palabras, entre lágrimas, a carcajadas o mientras suena nuestra canción. Yo quiero apartar tu flequillo, tomar tu cara entre mis manos y que las mías se hagan pequeñas entre las tuyas. Yo quiero acariciar tu barba. Tocar con mis dedos los surcos que enmarcan tu boca al sonreír. Yo quiero besarte. Quiero un beso diminuto, de ésos en los que nuestros labios apenas se rozan y quiero un beso largo, un beso profundo, un beso lento, un beso urgente. Yo quiero recorrer tus dientes, tu lengua, tus encías. Yo quiero besar tus párpados. Yo quiero un beso, que no acabe nunca.

Yo quiero recorrer tu piel con mi boca, pararme en tu peculiar ombligo, detenerme en tu cuello y entretenerme en tus tobillos. Yo quiero enredarme en tu cuerpo, que no se sepa dónde empieza el tuyo o dónde acaba el mío.

Yo quiero que hablemos en la cama, tumbados de lado, frente a frente, hasta dejarnos vencer por el sueño.

Yo quiero que hagamos cosas de mayores y que riamos como niños. Yo quiero que nos quitemos las palabras de la boca y los besos de los labios. Yo quiero que sonriamos cómplices, que no nos prometamos nada y que lo cumplamos todo. Yo quiero que peleemos por quién se quiere más o por quién besará y se comerá al otro primero.

Yo quiero que toques la guitarra para mí y que aparezcas en todas mis palabras. Yo quiero pintarte desnudo, yo quiero contemplar cómo anudas tu calzado o cómo desabrochas mi vestido. Yo quiero subir contigo en mi ascensor y detenerlo y parar en él el tiempo, hasta quedarnos sin aliento.

Porque yo quiero todo contigo.

Todo.

Contigo.

Yo quiero todo esto y mil cosas más y quiero que tú también quieras.