El poeta, el pintor, el músico, el cineasta, el artista Luis Eduardo Aute atraviesa un umbral difícil, una crisis cardíaca que le tiene abatido en el hospital Gregorio Marañón, de Madrid, en un estado de coma que la esperanza pide sea reversible hacia la vida y la luz, despertando; así lo piden centenares, miles de personas costernadas por el accidente en la salud del cantautor.

Las llamadas redes sociales, por una vez, han añadido a las dosis de basura que les caracteriza, al insulto y agravio gratuito, a la cobarde manifestación anónima diaria que nos infecta, un mínimo de sentimiento, solidaridad y buen deseo con el autor de decenas de hermosas canciones que son referencia de un tiempo y una cultura contemporánea, de un afán de libertad y de tránsito por las posibilidades creativas del arte.

Más valorado ahora cuando la cultura en España ha desaparecido del interés de los políticos y de la política; cuando los realizadores y creadores han sido marginados o cuando menos utilizados sectariamente, dejándolos sin amparo en la soledad y tenidos, que es lo peor, casi, por seres inútiles. La enfermedad de Aute nos reconcilia con este estado de cosas que ocurren, con el misterio y energía de la música, la fuerza palabra y la poesía, de la pintura y su belleza; y nos hace creer que la revolución del alma es posible todavía, aún. Hay que seguir creyendo en la utopía fértil, que artistas como Aute son necesarios e imprescindibles para una sociedad enferma; mucho más enferma que el propio cantante cuyo silencio obligado es más sonoro que las palabras vacías de muchos y sus grandilocuentes editoriales y expresiones en tertulias alimenticias y partidarias.

Actores de la vida social y del espectáculo como Aute, con talento indiscutible, son de utilidad pública; necesarios cuando los defensores de la aberración terrorista quieren introducir sus bastardos ideales en las escuelas de parte de España. La muerte que acecha es irreverente, equivoca su punto falaz de mira hacia un creador de un expresionismo vital y consecuente. Me gusta decir de la pintura de Aute, eclipsada por el éxito de su música y poesía como cantautor seductor de melodías; se trata de un magnífico pintor, con obra engrandecida en su criterio de figuración nunca entregada a lo fácil; figuras y grandes formatos, primeros planos de sufrientes criaturas, generalmente femeninas, demuestran su preocupación por un mundo lírico y dramático a un tiempo, ensangrentado casi.

No te mueras, Aute, nos haces falta a muchos y haces falta a este país desencaminado en la sensibilidad.