Cuando ya en la senectud subiera a la Catedral Antigua en sus visitas diarias, sería saludado cariñosamente por todos los pobres, pero sobre todo por los niños, que se discutirían con amor las trémulas manos del anciano. Y él sonreiría. Pero les silenciaría que estaba profundamente contento, porque, gracias a Dios, había llegado a ser tan pobre como ellos€» (Isidoro Valverde. 1965)

Indudablemete el dios Chronos no podría entenderse en Cartagena sin esa otra intrahistoria que durante siglos han ido escribiendo las gentes de este rincón mediterráneo. Es aquí donde surge el redescubrimiento de esa otras historias nacidas de manos del pueblo como es el caso de nuestras cofradías, y más concretamente la Cofradía de San Ginés de la Jara. Ésta ha abogado por la recuperación de una memoria histórica que caminando de la mano del Santo Patrón de Cartagena -reconocido por el Concejo en 1677- se adentra en el siglo XVI, centuria coetánea a su canonización en 1541 por el Papa Pablo III, hace ya 475 años. Más allá del universo apasionante que engloba la figura de San Ginés y la historia e ignominia de su monasterio nos tropezamos con la cronología de una cofradía donde en un mundo de luces, sombras y resurgimientos encontramos nombres propios cómo el de Luis Angosto Lapizburú (1849-1922), auténtico impulsor de la refundación en la Catedral Antigua de dicha institución en 1917 y de quién sería su primer hermano mayor a la par que presidía la del Socorro y la de los Cuatro Santos.

Hombre de fuertes convicciones religiosas, marino, político, valedor de los más necesitados€, su currículum alcanza aspectos inimaginables. Nacido el 16 de mayo de 1849 en la calle Jara, número 5. Por el cronista Federico Casal (1930) nos consta que ingresó en la Armada en 1861 y que alcanzó el grado de Guardia Marina en 1864. Su biografía incluye 12 años de navegación, distinciones y el empleo de comandante de Infantería en 1876. Coleccionista de armas y hombre de gran sensibilidad reunió una colección de telas, cuadros, porcelanas y piezas arqueológicas, dejando la impresión de unos estudios sobre la navegación por Mindanao, Yobo, Zamboanza y otras islas del archipiélago filipino. Además de su faceta de la compra y liberación de esclavos, a los que más adelante cristianizaba.

Desempeñó en Cartagena el cargo de profesor de la Escuela de Torpedos, retirándose de la Armada en 1878, para después hacer carrera política, siendo miembro de la Comisión en la Jura de la reina María Cristina tras fallecer el rey Alfonso XII. Tomó posesión en 1884 del escaño de diputado por Santa Cruz de Tenerife (tierra de su cuñado Conde de Santa Pola Juan de Antequera), en 1891 designado senador por Orense y en 1896 por Murcia. En 1899 fue diputado, esta vez por Cartagena, siendo jefe del Partido Conservador, cargo que cedió al general Joaquín Togores. Perteneció a la Liga Marítima, impulsó el ferrocarril y mostró su sensibilidad por la mejora del Puerto.

Sin embargo, el Luis Angosto que más caló en el pueblo fue el hombre humano. En la última etapa de su vida dedicó su patrimonio a los más necesitados. No era raro verlo con su inconfundible barba blanca, o con su galera, recogiendo niños desarraigados. Si estaban descalzos les compraba calzado, y si hambrientos paraba en cualquier confitería. Alguien escribiría que por las noches su casa de la calle del Duque era invadida por esos niños a los que daba de cenar, enseñaba a leer y explicaba la doctrina cristiana. Así era el hermano mayor de San Ginés de la Jara... Uno de los pilares en la fundación de la Casa del Niño y miembro de la Junta de Protección de la Infancia y Represión de la Mendicidad.

Falleció 13 de junio de 1922, hecho que llenó de luto a Cartagena porque los grandes hombres siempre dejan huella. Es por esto que la cofradía de San Ginés, a las puertas del centenario de la refundación labrada por su hermano mayor -el mismo que recuperó la romería- no olvida, ni quiere olvidar. Mirando a 1917 hacemos extensiva la recuperación de su memoria, la de un hombre bueno, L. Angosto, ´el padre de los pobres’.