Desde hace unas semanas, he decidido comportarme como un español medio. Es decir; he decidido pensar solo en mí y en mis huevos toreros. Para ser sincero, ahora que me comporto como un español medio, tengo que reconocer que soy muchísimo más feliz. Por ejemplo, ahora que soy un español medio, aparco donde me sale del pijo. Me importa un mojón si ocupo dos sitios de aparcamiento o un campo de fútbol entero, igual que hacen la mayoría de las personas que me encuentro cada mañana cuando llego a mi puesto de trabajo. Por supuesto, no pongo los intermitentes. Incluso he arrancado el mando de los intermitentes de mi coche por si algún día me entra la estúpida tentación de pensar otra vez en los demás. Cuando paso por una rotonda, por ejemplo, me encanta ver la cara de los otros conductores que tienen que esperar para salir porque no tienen ni pajolera idea de por dónde voy a ir.

Como español medio, también he decidido eliminar palabras de mi vocabulario. Después de ver los programas más vistos de la televisión española, he comprobado que se puede vivir perfectamente con apenas unas doscientas palabras. Para ello, he incorporado un montón de latiguillos y frases sueltas que parecen funcionar muy bien y que valen para todo: ´mazo´, ´marrón´, ´sí o qué´, ´la patata´, ¿hola?´€ Además, como español medio, todo lo que hablo es ahora a voces, para que la gente de cinco mesas más allá del restaurante pueda oírme. Por supuesto, de las doscientas palabras, unas 75 son tacos, que es más o menos una de cada tres.

Como español medio, también he decidido comprarme un taladro. De vez en cuando, a eso de las cuatro de la tarde, lo enchufo y comienzo a hacer algunos agujeros en las paredes. Algunas veces lo hago por las mañanas, aunque a eso de las nueve de la mañana de los sábados y los domingos lo que más me gusta es poner la música a tope al tiempo que paso la aspiradora. Ya, a eso de las doce de la noche, pongo si eso una lavadora. Como español medio, también he decidido quejarme de todo, pero no hacer nada. Por ejemplo, me quejo de la sanidad pública, pero cada vez que puedo le digo a la gente que, ante cualquier cosa, se vaya al hospital para que colapse las urgencias. Por ejemplo, también me quejo de la educación, pero luego desautorizo a los profesores y educo a mi hijo como si fuera Orzowei. También me quejo de la administración pública, pero siempre que puedo me escaqueo del trabajo o finjo que hago algo mientras dejo pasar el tiempo. Como español medio, también he decidido hablar mal de los Gobiernos y de los corruptos, esos malditos desgraciados que hunden el país. A cambio de eso, pago todo lo que puedo en negro, me he descargado ya unas cien películas y otros tantos libros, y compro los CD´s de música en el Top Manta de mi barrio. Además, como español medio, también he decidido compartir con los demás la felicidad que me dan mis hijos. Por esa razón, los dejo en la calle tirados hasta las diez de la noche dando balonazos y gritos. Y en los restaurantes, les digo que se vayan a dar vueltas hasta las otras mesas para que así puedan interactuar con otros comensales. Y eso sí, sobre todo y por encima de todo, he decidido crear mi propia Hacienda pública, mi idioma y mi propia bandera.

En fin, que todavía estoy descubriendo poco a poco las costumbres típicas que nos han convertido en uno de los países más civilizados y cultos del mundo. Y es que no me extraña que aquí vengan tantos millones de turistas, porque entre que nadie cumple las normas y todo es trapicheo, la verdad es que en España se vive como Dios.