Es imposible exagerar la importancia, en política, del factor aburrimiento. No sé cuántas veces habremos escuchado que controlar el BOE da muchos votos; lo que yo siempre digo es que más votos da controlar el BOA, el Boletín Oficial del Aburrimiento. Después de cuatro meses largos de esta performance postmoderna en versión original sin subtítulos (porque si te fijas no es castellano, sino neolengua, un poco como las canciones de los Gipsy Kings) llamada Pactos de Gobierno, que levante la mano quien siga pendiente de la narración. Aunque aviso que igual se la bajamos a collejas, por hipster.

Ante una audiencia visiblemente abotargada y pensando en sus cosas, cuando no jugando al Candy Crush como una senadora cualquiera, llega el momento que esperaba el Gobierno en disfunciones para colar todo tipo de putadas, desde el intento de desproteger al lobo ibérico hasta el de derogar la ley 24/2015 (la antidesahucios), que arrancó la pobre PAH tras más de siete años de lucha.

Pero los Masters del Universo de la gestión del sopor son, cómo no, las instituciones europeas. Desde ese día en la ESO en que te pusieron por delante el Parlamento, la Comisión, el Eurogrupo, la Presidencia rotativa, Estrasburgo y las coles de Bruselas, algo se muere en el alma cuando un amigo dice UE (a no ser que ese amigo sea Chimo Bayo). Aparte de los opositores, e incluso éstos lo olvidan a los veinte minutos de salir del examen, nadie se sabe el infinito glosario, con lo que asomarse a lo que allí ocurre se parece bastante a poner la tele y ver por primera vez un episodio de Cuéntame: un montón de gente desconocida gritando a pleno pulmón en una jerga incomprensible de la que solo captamos «¡Pero Merche!». Hacemos zapping, claro. Y todo lo demás, Merche.

La UE no es, sin embargo, una cutreserie a mayor gloria de la sacrosanta Transición. Hay mucha pana que cortar bajo la protección del sopor, y tener una audiencia más baja que el teletarot es muy, muy conveniente. Aquellos intrépidos viajeros que logran internarse tras la jerigonza de la BOA vuelven contando que han visto cosas que no creeríais, el panameño Cañete de comisario de Energía, por ejemplo, o Ramón Luis Valcárcel de visita en Ucrania (con lo que le gustaba a él Venecia). Eurodiputados socialistas dándole trámite al TTIP. Mandatarios pagando a Turquía para expulsar a refugiados y ¡oh, sorpresa! un pacto exprés entre los grupos del PP, PSOE y C's en el Parlamento Europeo para aprobar una directiva (llamada de Protección de Secretos Comerciales) sobre el asunto de los Panama Papers. Para impedir que volvamos a saber nada más, qué os creíais.

Al culebrón de aquí le quedan, afortunadamente, menos de dos semanas para su desenlace. Igual hay sorpresas, dicen. O igual, para quienes han tenido el valor de mirar tras el Telón de Sopor, lo que se avecina no resulta tan sorpresivo. Permanezcan atentos a sus pantallas. Con café, mucho café, recomiendo.