La cara de funeral que tenía en el anterior mandato ha desaparecido por completo y ha dado paso a una persona afable y dialogante, más parecida a como era cuando inició su camino junto al que ha sido alcalde en los últimos veinte años. Nadie daba un duro por él, incluso los nuevos ediles le miraban de soslayo por ser uno de los concejales que heredó José Ballesta de su antecesor.

Sin embargo, su trabajo callado y discreto y la mano izquierda que ha demostrado para negociar han hecho que sus compañeros cambien de opinión y, hoy por hoy, es uno de los bastones en los que se apoya la gestión municipal. Y es que Eduardo Martínez-Oliva ha sabido torear con buen tino y evitarle al nuevo alcalde dos cornadas bien graves.

El nuevo concejal de Hacienda ya demostró sus habilidades con la aprobación de las ordenanzas fiscales para 2016 de la mano de Ciudadanos, un grupo que ya le dio el apoyo a los populares para que mantuvieran la alcaldía de la capital y que, aunque se lo puso difícil, se plegó a las previsiones fiscales del Gobierno local, aunque logró que se matizara el impuesto más importante y cuantioso que pagan los murcianos: el IBI (Impuesto de Bienes Inmuebles).

Ahora, Martínez-Oliva ha vuelto a cortar las orejas y el rabo con los presupuestos del Ayuntamiento para este año. Los ha sacado adelante con el voto de los socialistas, un detalle que parecía impensable y que él ha hecho realidad con muchas conversaciones y reuniones y con humildad.

En estas semanas que han precedido a la aprobación de las cuentas municipales ha sido habitual ver al concejal de Hacienda haciendo puerta a los portavoces de los grupos de oposición (en honor a la verdad hay un grupo con el que no se ha reunido, tal vez por considerar que no había tela que cortar). Incluso, se ha pasado horas en la sala de espera repasando una y otra vez sus papeles mientras ‘sus enemigos naturales’ le hacían un hueco en sus agendas.

El trabajo y la voluntad en este caso se han puesto de su parte, logrando el apoyo de José Ignacio Gras, portavoz de los socialistas, que también ha sacado tajada para las pedanías, aunque no todo lo que hubiera querido (en el tintero se ha quedado el 8% del presupuesto total para los pueblos que integran el municipio).

Este consenso entre el bipartidismo no ha sentado nada bien al resto de grupo de la oposición, que esperaban que el PSOE liderara la confrontación con los populares y, en un futuro, incluso plantear una alternativa de gobierno, algo que ahora parece que se aleja del horizonte.

Quizá a partir de este momento, y con el importante detalle de que no hay elecciones a la vista, se vea realmente lo que es cada grupo político y lo que puede llegar a desarrollar en este mandato que, en la práctica no difiere del anterior. Los populares están en minoría, pero logran sacar los dos proyectos más importantes por mayoría: ordenanzas y presupuestos.

Otro gallo cantaría si el alcalde y su equipo hubieran tenido que tragar unas ordenanzas y un presupuesto de la oposición unida. Lo ha evitado Martínez-Oliva, alias ‘Transformers’. De fontanero de Cámara a hombre de consenso y diálogo de Ballesta. Por nadie pase