Que no, que no me resisto hoy a hablar de mi santo preferido. Sí, hoy es San Bonito, pero no del norte, sino el de los cuatro puntos cardinales. Como seguro están impacientes por conocer a este supersanto, les contaré que murió en Lyon después de haber sido gobernador en Marsella (667) tras suceder a su hermano San Avito (¡vaya tela!) en el obispado, al que renunció diez años más tarde (como el sabio Benedicto XVI).

Pues sí, a este santo que debe estar poco solicitado por mero desconocimiento de su existencia, ruego que interceda ante el Supremo Hacedor para que por fin exista un pacto de Estado para la Justicia, dada su situación irreversible. Pero no lo digo yo, que al fin y al cabo sólo soy un grano de arena (eso sí, muy alto en el escalafón por mor de la antigüedad en el cargo), sino las cuatro asociaciones de jueces (casi nada), que aseguran que hay que sacar a la Justicia de la arena política porque es una prioridad, como la sanidad y la educación. Se han dado cuenta las cuatro asociaciones de jueces la Profesional de la Magistratura (¿de derechas?), la de Justicia Democrática (¿de izquierdas?) y las de Francisco de Vitoria (?)y Foro Judicial Independiente (?) de que marchando por separado en cuestiones tan trascendentales como que la Justicia realmente funcione (se me cae la cara de vergüenza cuando un juicio se señala a dos años vista) y sea independiente, tanto en el fondo como en su forma.

Y, sin embargo, no se logra la meta pretendida si se observa la escasa importancia que los partidos políticos le han dado en sus programas, mítines y debates. Total, sólo se está pidiendo que la Justicia esté al margen de los vaivenes políticos y sea un pilar en el Estado de Derecho.

Al menos el expediente judicial digitalizado parece que ya está en marcha. Ya tenemos todos los que trabajamos en la Administración de Justicia, creo yo (salvo la Generalitat valenciana que está algo desmarcada del sistema nuevo), una doble pantalla de ordenador en nuestras mesas para poder visionar todo lo que pasa en nuestros procesos. Espero que no me suceda como a aquella señora que tuve de jurado popular en un juicio de asesinato, que sabía lo que sucedió esa noche tenebrosa y oscura de autos sin necesidad de celebrar juicio oral alguno. El acusado, según ella, era más culpable que Caín según las Sagradas Escrituras. Su explicación cuando se la solicité, fue lógica, real y contundente: yo nací, me espetó, el mismo día que Rappel y lo he visionado todo. Amén se me pasó por la cabeza. Dios Santo, cuánta modificación se necesita en esta justicia, fue mi siguiente e inmediata reflexión. Creo que ya es hora de pasar de un jurado popular puro, donde la Justicia emana del pueblo como dice la Constitución y por eso su forma de participar en su administración es a través del sistema del jurado, a un 'escabinado'. Es decir, un jurado compuesto por mitad técnicos y otra mitad por legos en Derecho. E incluso poder rechazar por el presidente del jurado (un magistrado de la Audiencia Provincial) a un miembro del mismo si lo considera no apto para enjuiciar. Actualmente, sólo la acusación y la defensa, sin causa alguna, pueden hacerlo. Cuando alguno de mis compañeros tenga que condenar a una persona que cree que es inocente por decisión de culpabilidad del jurado popular, no les arriendo las ganancias.

Pero la ley es la ley, y los jueces carecemos de cláusula de conciencia.