No somos novatos en España en lo de las rebeliones contra el marco legal establecido, es decir, en golpes de Estado. El siglo XIX, con sus levantamientos y contralevantamientos, fue un auténtico disparate. Las heridas del XX no hace falta ni mentarlas, pues supuran aún de cuando en cuando, mientras que la última asonada, la del 23F, está en la mente de todos. A veces me descojono yo solo imaginando el careto que se le tuvo que quedar a Tejero cuando Armada le llegó con aquel gobierno de unidad lleno de socialistas, comunistas y separatistas. «Menuda estafa», debió pensar. La llama de la primera gran insurrección del siglo XXI, el de la supresión de fronteras, prendió ayer en Cataluña. Y no es por ser cenizo, pero le veo difícil arreglo. Veo a los ´indepes´ (es ya casi una forma de vida moderna, un poco como ser ´hipster´) muy seguros de llegar hasta el final y a los ´nuestros´, los constitucionalistas, les pilla como siempre, desorganizados y con dudas. Lo bueno es que este reto va a dejar a las claras quién de nuestros políticos es un hombre de Estado y quién es un zote. Como diría uno de

estos telepredicadores deportivos, esto va a dejar a muchos re-tra-ta-dos.