La Asamblea Regional de Murcia ha constituido recientemente una Comisión Especial del Agua con la participación de las diferentes fuerzas políticas que ven en la fórmula del H2O una fuente sensible para ganar adeptos para las próximas elecciones. Estrategia que no es nada novedosa, recuérdese el Pacto del Agua del año 1994, en una Región limitada por sus recursos hídricos y, arengada por rogativas, guerras del agua y slogans, como el de «agua para todos».

Es frecuente escuchar en los medios cómo algunos pretenden que la agricultura sea el principal motor de la economía, pero datos ligados al agua y a la economía regional deberían hacernos reflexionar a la hora de establecer la hoja de ruta alternativa.

En efecto, si nos fijamos en las etapas de crecimiento a partir de los años 40, podemos observar que la Región de Murcia ya dejó de ser una sociedad predominantemente rural después de los años 60, con un éxodo rural importante acompañado de una disminución de la población activa agraria como consecuencia de la mecanización. Esto en términos económicos se traduce en una evolución de la composición del PIB regional que muestra una contribución agrícola relativamente baja, entorno al 4%, patrón similar al de otras economías desarrolladas.

Además, como actividad económica, la agricultura se enfrenta a una estructura de costes cada vez más pesada en términos de mano de obra, energía, agua y capital, frente a unos precios de mercado que en algunos casos fuerzan el abandono de la actividad y hasta dejar la fruta sin recolectar. Una consecuencia se puede observar en la deslocalización de la actividad hacia terceros países de África y América Latina que resultan atractivos para empresarios con una visión más global del negocio agrícola.

El coste de la mano de obra del campo no es un problema menor. La evolución de la población activa agraria en Murcia muestra una disminución importante a partir de los años 60 y una sustitución de mano de obra española por la de mano de obra inmigrante desde los años 80 hasta nuestros días. Desde el punto de vista de costes, la mano de obra representa en muchos cultivos más del 50% incluyendo salarios y costes de seguridad social. Aunque más allá del origen de la mano de obra agrícola el problema mayor es su falta de especialización.

Pero es el agua el principal factor limitante de la producción agrícola, porque hay más suelo cultivable que agua disponible para regarlo, como bien es sabido desde las primeras huertas y asentamientos entorno al rio Segura hasta las nuevas zonas regadas. Este problema se agrava con el tiempo como consecuencia de un crecimiento ´sin límites´ hasta el techo actual de la superficie regable. El mal denominado déficit estructural de la Región, estimado en más 400 Hm3 de agua, tiene tendencia a hacerse mayor no sólo por el cambio climático sino también por la competencia espacial y de usos del agua: demanda urbana, demanda industrial, demanda recreacional, caudal ecológico de los ríos, y la enorme demanda agrícola, con unos cultivos variados de frutales, cítricos, hortícolas y herbáceos extensivos, más o menos exigentes de agua, desde el arroz de Calasparra al algarrobo de secano.

Además, la demanda de agua no se corresponde necesariamente con el correspondiente valor añadido.

Si nos detenemos a analizar los principales recursos hídricos, por orden de importancia están los procedentes de aguas superficiales originadas por las lluvias, aguas provenientes del Trasvase Tajo-Segura y aguas subterráneas. Mención especial tienen las aguas regeneradas no tanto por su volumen como por la conservación del medio ambiente y de la calidad de las aguas.

Las aguas superficiales contribuyen con un 40% al regadío dependiendo de una climatología que muestra un patrón de lluvias bimodal, en otoño (justamente en un momento en que las necesidades hídricas de los cultivos es menor) y en primavera que en general tiene mejor aprovechamiento. Esto que es así tradicionalmente sugiere un reajuste del calendario de cultivos anuales de verano hacia ciclos de otoño-invierno, con más lluvias y menos demanda de evapotranspiración.

En todo caso sigue siendo el río Segura el principal protagonista del regadío, vertebrando los cursos de agua, bien estudiado y bien regulado hasta el azud de Ojós; sin embargo, aguas debajo de este punto no se han planteado por el momento ningún sistema de aprovechamiento de las avenidas excepto las impulsiones en la desembocadura de Guardamar.

Otra fuente importante de recursos son las aguas subterráneas que presentan una problemática de coste energético de bombeo y de calidad como consecuencia de la sobreexplotación que no pintan un futuro esperanzador, a excepción de los llamados pozos de sequía del sinclinal de Calasparra. Tampoco dejan de ser una pesadilla las aguas provenientes del Tajo. En efecto, el Proyecto del Trasvase Tajo-Segura, que surgió como instrumento para activar la economía de hace cuarenta años, se ha visto sometido a la evolución de las diferentes demandas de agua incentivadas por la división territorial de cuatro Comunidades Autónomas implicadas (Murcia, Castilla-La Mancha, Valencia y Andalucía) con intereses concurrentes. Todo ello ha hecho que de los 1000 Hm3 iniciales de la fase I y II, finalmente quedasen 600 Hm3, si bien la realidad es que se trasvasa apenas el 50%. Más aun, la Ley 21/2013 establece en las reglas de explotación del Trasvase Tajo-Segura el denominado Nivel 4: «Cuando las existencias conjuntas en Entrepeñas y Buendía sean inferiores a 400 Hm3, en cuyo caso no cabe aprobar trasvase alguno». ¡Nótese que anteriormente el citado umbral estaba en 240Hm3! Esto claramente supone un obstáculo creciente en el tiempo para el futuro del regadío murciano porque representa más de un 30% de los recursos hídricos de la Región pero con pocas garantías.

Finalmente otra fuente de agua es la desalación de agua del mar y de pozos e incluso su mezcla con alguna de las fuentes anteriormente mencionadas para mejorar su calidad. Pues bien, aunque muchos han creído que es la solución a los males del agua en la Región, lo cierto es que el proceso requiere energía, la energía es cara y las explotaciones agrícolas no la pueden pagar.

Unos protagonistas importantes son las Comunidades de Regantes que ejercen un papel fundamental en la administración del agua. Sin embargo, de acuerdo con la legislación vigente quedan limitadas a ´comprar y vender´ agua de una forma eficiente y al mantenimiento de las redes; muchas de ellas están dotadas de sistemas de control remoto de electroválvulas, contadores volumétricos y sistemas contables. Hay una dotación media a la hectárea, cuya asignación en tiempo y dosis es responsabilidad exclusiva del gestor de la explotación agrícola que recibe el agua. Estos datos deberían tener mayor transparencia y se debería tratar de sustituir la asignación a superficie por la del cultivo.

Con estos antecedentes, a la agricultura como principal demandante de agua no le queda más remedio que redefinirse: evolucionar del concepto tradicional al de ´alto rendimiento´ y al de ´riego de precisión´. Debería pasar de la actitud de pedir más a un conjunto de estrategias de ´producir más con menos agua´, de producir alimentos a producir tecnología y de una visión local a una presencia más internacional.

Los resultados de experiencias de riegos deficitarios y riegos automatizados han demostrado ser eficientes y ahorradores de agua manteniendo niveles de producción y de calidad altos. Ello solo es posible con una monitorización del estado hídrico del suelo y del consumo real de cultivos como instrumentos para conocer los datos reales pormenorizados espacialmente al menos para los cultivos más relevantes.

La economía del agua tiene que seguir seleccionando cultivos de alto valor económico incorporando los conceptos de huella hídrica y agua virtual. Siempre recuerdo que con motivo del Trasvase alguien pretendía crear pastizales y vacas pastando para abastecernos de carne y leche en el Campo de Cartagena. Semejante disparate afortunadamente nunca se llegó a producir.

Además, con la experiencia adquirida una agricultura de servicios es una excelente opción ya que la demanda global de alimentos presenta un déficit que se traduce en oportunidad para internacionalizar el know-how de la agricultura murciana y la tecnología ´made in Murcia´.

Desde un punto de vista medioambiental una agricultura para conservar de agua y suelo es necesaria; sin embargo, basta con salir al campo para observar mesetas con cultivos orientadas justamente en la dirección de la pendiente, originando un escaso aprovechamiento de lluvia y la pérdida de suelo en el caso de tormentas. La historia muestra ejemplos de culturas brillantes, como la nabatea por ejemplo, que ha sabido cosechar la lluvia en unas condiciones pluviométricas muy inferiores a las de Murcia y para hacer una producción vegetal viable. La remodelación de abancalamientos, incluso de ramblas, para disponer de mayor superficie de operaciones no siempre ha sido acertada con fines de retener más agua en el perfil del suelo. Nuestra agricultura puede y debe ´cosechar más agua´.

Parece que hay argumentos sólidos que pueden orientar un mejor rumbo para el sector agrícola, descartando modelos antiguos que han sido satisfactorios en épocas pasadas pero que la evolución económica no debería ser ajena a la actividad agrícola.

Se hace necesario, pues, concienciarnos de la necesidad de un nuevo modelo de agricultura compatible con los recursos disponibles en sintonía con las nuevas demandas, para lo cual los diferentes actores están convocados: organizaciones agrarias, administración, investigación y políticos con horizonte de miras para buscar transversal y verticalmente alternativas antes de agotar la última gota.