Caminaba esta mañana hacia mi lugar de trabajo escuchando la radio cuando, al pasar por el Puente de Hierro, he visto a un señor tirar pan a los patos a la vez que en mis oídos retumbaban cosas de las que creo que, estimado lector, como yo, estará ya usted un poco cansado. Hablaban de eso de los catalanes y la independencia, Piqué y la Diada, Guardiola y su independentismo€ Pujol y sus millones, Mas y el referéndum... Resumiendo, del problema catalán.

Me he empezado a preguntar, no sé por qué, si ese problema catalán no es tal porque igual el problema lo tenemos nosotros, los españoles. Y es que, amigo mío, parece que vivimos en un país donde decir ¡viva España! y ondear una bandera roja-amarilla-roja está mal visto a menos que juegue la selección de fútbol o, en su defecto la de baloncesto, y qué decir de llevar una banderita en tu ropaje€ Si la llevas la gente te mira con recelo y procura muy mucho no estar muy próxima a ti. En cambio, si vistes una bonita bandera de la Unión Yack (Reino Unido para quien no lo sepa) o una de los USA (a ser posible rasgada o quemada) eres de lo más cool y te interrogan sobre dónde has conseguido semejante prenda.

Decir que eres y te sientes español es un problema porque no es progre ni cool y mucho menos très chic. Pero si te vas de manifa con la ´tricolor´ republicana, una senyera, una ikurriña o cualquier otra banderita que no tenga tres franjas en orden de rojo, amarillo, rojo, marcas tendencia, eres trend, estás comprometido con la sociedad y, sobre todo, tienes un par de bemoles porque defiendes al débil, a la minoría, eres más democrático que nadie, tus principios políticos y tus valores morales son mejores que los de los demás y, sobre todo, eres un héroe que se rebela contra este sistema que nos oprime, nos explota y nos roba.

Y es que España tiene un problema, bueno, España en sí es el problema para qué engañarnos. Aquí todo está mal hecho y para algunos parece que el nombre de España apesta, hace daño porque huele a Franco, como si este nuestro país no hubiera existido antes de este personajillo de infame recuerdo. Como si quinientos años de historia (con sus brillos y sus mierdas) no hubieran servido para compartir mesa, mantel y cama con los que crear lazos de hermandad, como si vascos, catalanes, valencianos, andaluces, extremeños, gallegos o murcianos no hubiéramos derramado jamás, juntos, una gota de sangre por defender nuestras fronteras contra gabachos o ingleses€

Tal vez deberíamos haber aprovechado la Transición para cambiar el nombre de España y haberle puesto, por ejemplo Iberia, Celtiberia o Tontiberia€

A veces uno, que se siente español, cuando piensa en estas cosas se siente un poco como Segismundo, aquel personaje de La vida es sueño de Calderón de la Barca, y no le queda otra que repetirse aquello de€ «¡Ay mísero de mí!, ¡Ay infelice!, apurar, cielos, pretendo / ya que me tratáis así / qué delito cometí / contra vosotros naciendo€» y me siento así por tener que explicar que la solución a las tensiones nacionalistas no es un Estado Federal (con monarquía o sin ella, que una monarquía puede ser federal) porque, aunque el Estado de las Autonomías no es estrictamente un Estado federal, en la práctica funciona como si lo fuera y, en él, todas las Comunidades pueden llegar a alcanzar el mismo nivel de autonomía que, por ejemplo, los vascos y más que muchos Estados Federados (léase los länder alemanes).

La alternativa federal que nos vende como solución el Partido Socialista es un federalismo asimétrico que distingue entre ciudadanos con privilegios y ciudadanos sin privilegios según seamos gallegos, vascos, catalanes o del montón y esto no lo digo yo, lo dice el responsable de Política Federal de este partido progre y tan guapo.

Me siento como Sócrates cuando, tras recibir la propuesta de Critón de escapar y evitar así su condena a muerte y pensando lo que las leyes dirían si pudieran hablar, le responde: «Ya ves, Sócrates, continuaría la ley, que si tengo razón, eso que intentas contra mí es injusto. Yo te he hecho nacer, te he alimentado, te he educado; en fin, te he hecho, como a los demás ciudadanos, todo el bien de que he sido capaz. Sin embargo, no me canso de decir públicamente que es permitido a cada uno en particular, después de haber examinado las leyes y las costumbres de la república, si no está satisfecho, retirarse a donde guste con todos sus bienes».

En efecto, la Constitución y las leyes están por encima de los sentimientos de mayorías o minorías porque sólo la ley nos hace como a los demás ciudadanos. Es verdad que se pueden modificar, pero hagámoslo entre todos, porque en este juego de cambio de país jugamos todos.

Sea como sea, mientras veía a Mas, Junqueras, Iceta y compañía hablar a sus ´masas´ me ha vuelto a venir a la cabeza la imagen de ese hombre echándole pan a los patos y me he preguntado si, por desgracia, en España se piensa más con la barriga que con la cabeza€