Homenaje a Juan Miguel Benedito, que fue alcalde de Yecla:

Yecla en diciembre se engalana para celebrar por todo lo alto las fiestas de la Virgen. Historia y religión, voluntades y sentimientos, belleza y bondad, arte y artesanía, literatura y tradición, música y silencio, formas, colores y sabores se funden en un enfervorizado clamor del pueblo enamorado de su Patrona, la Purísima Concepción. El estruendo de los arcabuces no es más que el eco del latir de los corazones en la Muy Noble, Muy Leal y Fidelísima Ciudad de Yecla. El olor a pólvora aviva los recuerdos y enciende los corazones. Todo gira alrededor de la Virgen del Castillo, María Inmaculada, la Madre adorada que cada 7 de diciembre es bajada en andas hasta su basílica arciprestal, acompañada por una soldadesca de tiradores que, formando junto a sus escuadras, zigzaguean por el cerro del Castillo, prendiendo con el estallido de la pólvora en sus arcabuces el amor del pueblo yeclano. Los mayordomos del bastón y la bandera…

Yecla entera, arropando a su Virgen bajo un luminoso cielo color ´azul Purísima´. El juego de la bandera gobierna los recios vientos de Hécula, Yécora, Yecla. De blanco —de rosa en el paseo y de azul el día de la Inmaculada– se viste la niña paje, acompañada de un pequeño soldado, ambos al ritmo del tran triqui tran de los tambores, caminan ufanos delante de la Patrona. El frío reinante se combate con buen vino, cascarujas, mantecados y mistela. Para comer gazpachos o rellenos, en familia, con amigos o con la escuadra para descansar de la contienda. Las calles se riegan para amainar el peligro de la pólvora. Suman ya trescientos los años que la Virgen es bajada del Castillo. Entrañable su paso por el de la bandera, la Iglesia Vieja, el Ayuntamiento y el atrio de la Iglesia Nueva, donde las arcas cerradas piropean hasta la locura a la Reina de Cielo

y Tierra.

Abarrotada la basílica, la Virgen hace su presencia, recorriéndola majestuosamente hasta el altar mayor para escuchar el himno que entona Yecla: Cantemos a La Virgen del Castillo… Yeclanos ausentes y presentes retornan a su hogar. Son días de la Virgen, Ella une a todos y hasta sin querer, el esfuerzo común es por mejorar, sencillamente, por intentar ser más buenos. Un buen yeclano sabe que para ir al cielo basta con darle la mano a la Virgen.

Apenas hace tres meses que murió Juan Miguel Benedito. El día de la misa funeral, la basílica estaba abarrotada como un día de la Virgen. Él, como persona buena y entrañable, fue querido por todos. En el cincuenta aniversario de la Coronación de la Inmaculada Concepción, como alcalde de Yecla, llevó su corona. La Virgen, como hijo predilecto, se lo ha llevado al cielo. La noche anterior a su muerte lo vi en la Plaza del Ayuntamiento, iba con paso ligero y me saludó a su manera, alegre y cordial, como un hasta luego. En estas fechas de la Virgen, todos llevamos en el corazón su recuerdo.

Juan Miguel, dile a Dios que bendiga a tu familia y también a tu pueblo. ¡Viva La Virgen del Castillo! ¡Viva Yecla y sus hombres buenos!...