El movimiento ciudadano 15M sigue caminando en su insurrección pacífica hacia una mayor y mejor democracia, en definitiva, hacia una sociedad donde los diversos ámbitos de la realidad estén democratizados de una manera real.

Es una insurrección porque se rebelan por una democracia controlada, hipoteca, tutelada, amenazada y chantajeada por las personas y organismos que poseen los grandes capitales y en desacuerdo con una manera de hacer política que no sea capaz de hacer frente a las dictaduras de los mercados financieros y, además, que sus decisiones políticas sean la manifestación evidente de que han claudicado ante la coacción de los especuladores e inversores.

Es insurrección porque se niegan aceptar que este mundo sea propiedad privada para los que tienen el dinero y dejen las migajas para el resto de las personas. Es una insurrección al status quo, a la democracia sometida a la ´libertad vigilada´ por los organismos internacionales con la complacencia de los diversos Gobiernos. Este movimiento no acepta que la democracia sea sólo votar cada cuatros años y una vez que un partido político gane las elecciones, se olvide de sus promesas, de su programa electoral y, sobre todo, de su compromiso moral de representar a la ciudadanía, a toda la ciudadanía y, por tanto, deben defender con fortaleza el bienestar de su pueblo. Por todo esto, el movimiento 15M dice que no se defiende ni se representa al pueblo cuando manda a la gente al paro o abarata el despido. No se defiende al pueblo cuando se congelan o se bajan las pensiones, cuando se bajan los impuestos a los más ricos y se suben los indirectos, cuando se privatiza los servicios públicos y convierten o pretenden convertir la sanidad y la educación en un negocio apetitoso. No representan al pueblo cuando intentan manipular la verdad y quieren que la gente no se entere de sus verdaderas intenciones, cuando amparan la corrupción, cuando destruyen la naturaleza. No representan a sus ciudadanos cuando desahucian a familias y éstas se ven obligadas por ley a seguir pagando la hipoteca. Y todo esto lo hacen para aumentar las inmensas fortunas de una élite social.

La insurrección es pacífica porque no se necesita ni se quiere ni se cree en la violencia. La violencia sólo sirve para generar más dolor y sufrimiento, es un camino que no lleva a ninguna parte. No se quiere la violencia porque la ira y la agresividad es el medio de los enriquecidos y, precisamente, la debilidad de éstos es su fuerza y su brutalidad, justificada para defender una democracia de encorbatados- Como dice Mario Crespo, «lo digno es el coche oficial, el traje, el sueldo, el secretario, el hayfon…». ¿Acaso no es violencia dejar a miles de trajabadores sin la ayuda de 426 euros para dar una señal de dureza a los especuladores e inversores?

La violencia es la expresión de los que no creen en la vida, en la justicia, la expresión de que es posible la concordia. El movimiento 15M no quiere la violencia porque hace daño, porque no excluye, porque destruye, porque no tiene ningún valor.

Es pacífica porque se manifiesta a través de argumentos, de propuestas, de compromisos solidarios, porque hace de la libertad y la justicia un ideal para todos, sin dejar a nadie fuera.

Es una insurrección pacífica porque se basa en la fuerza de la razón de la ciudadanía en contraposición de la razón de la fuerza de los mercados financieros. Es un movimiento que tiene osadía, respeto, sensibilidad, integrador y que ha perdido el miedo a los poderes. Es un movimiento que tiende puentes, que abraza y que lucha por devolver el futuro arrebatado y la esperanza secuestrada a todas las personas.

Seguimos luchando.