Quédate en la cama, Mariano», ha sido, al parecer, la consigna que el gurú Pedro Arriola ha dado a Mariano Rajoy en vista de que las encuestas otorgan al PP una ventaja en intención de voto del 12% sobre el PSOE. Según el brillante consejo, lo que tiene que hacer el líder del principal partido de la oposición es ofrecer un perfil lo más bajo posible para no provocar el rechazo y la movilización de la parte de los votantes desencantados con los socialistas. Según este planteamiento, el PSOE se bastaría por sí solo para perder las próximas elecciones y lo único que podría salvarlo de la derrota sería la movilización de votantes temerosos de una derecha agresiva.

He ahí la paradoja. Rodríguez Zapatero se eclipsa porque no hace nada y sólo se mueve cuando lo empujan instancias internacionales; y así Mariano sólo tiene que esperar, inmóvil, a que ascienda la marea que lo lleve al ribazo de la Moncloa Prometida.

No cabe duda de que Arriola es un gran gurú, cuyos consejos serán muy útiles para conquistar el poder. Pero es un ciudadano irresponsable, un mal patriota y hasta se podría decir que un personaje dañino en las actuales circunstancias. Porque estamos inmersos en una grave crisis de la no va a ser nada fácil emerger y lo único que puede deshacer los negros presagios sobre nuestra economía es la puesta en marcha de políticas activas. Justo en las antípodas de lo que Arriola recomienda a Rajoy y de lo que ha sido hasta ahora la tónica de la actuación Rodríguez Zapatero.

Los premios Nobel de Economía de este año, Christopher Pissarides, Dale Mortensen y Peter Diamond, han puesto de relieve la importancia de las políticas activas para dinamizar el mercado de trabajo. En los estudios que les han valido el galardón sostienen que para crear puestos de trabajo es necesario algo más que una simple oficina de empleo donde se apunten los que buscan ocupación. Muchas veces se frena la generación de empleo por la falta de fluidez en la comunicación entre la oferta y la demanda de trabajo. La movilidad geográfica —cuyo principal obstáculo en España es la obsesión por la propiedad de la vivienda— es una de las condiciones para que estas fricciones disminuyan.

Una política activa de empleo no es compatible con unas oficinas del INEM burocratizadas y altamente ineficaces para encauzar la información entre oferta y demanda de trabajo. Por otra parte, el contrato temporal ha sido mucho menos eficiente a la hora de crear puestos de trabajo de lo que la patronal sostiene. Además de que los destruye con más facilidad que los crea, la sustitución rápida de mano de obra ha tenido un efecto desastroso sobre la productividad, lo que, en último término ha redundado en pérdida de competitividad de las empresas españolas. Ambas cosas deberían ser tenidas seriamente en cuenta al abordar la tan cacareada reforma laboral, pues su mejora beneficiaría tanto a los ciudadanos como al Estado.

Se ha criticado a Pissarides, Mortensen y Diamond que simplifican la problemática del desempleo. En un momento de retracción de la economía es posible que no baste con crear mecanismos que faciliten la información entre aspirantes a un empleo y empleadores. Puede que tampoco baste con la unificación de los dos tipos básicos de contrato laboral: fijos y temporales. Tal vez tampoco baste con modificar los subsidios al desempleo —haciéndolos decrecientes, por ejemplo— a fin de incentivar la búsqueda de trabajo (cuántos trabajadores hay que ´con el paro y las chapucillas´ van tirando). Dinamizar la economía y mejorar la competitividad son imperativos absolutos en estos momentos. La utilización del gasto público de una manera más inteligente que en el famoso Plan E pasa por mejorar la formación de los trabajadores.

Hace poco estuvo en Madrid para dar una conferencia el economista Joel Mokyr, profesor de la universidad de Northwestern (Ilinois). En su charla defendió la formación y la innovación tecnológica como las palancas más eficaces para el desarrollo económico, muy por encima de los bajos costes laborales. «Es mejor legar a nuestros hijos y nietos un Estado educado que un Estado sin deudas», afirmó. «Una nación sin educación jamás será próspera» también dijo.

Teniendo en cuenta el tiempo que hace que la educación española arroja malos resultados en todos los indicadores internacionales, cabe concluir que Mariano Rajoy ya estaba en la cama antes de que se lo recomendase Pedro Arriola, y que seguramente sesteaba ya cuando tenía a su cargo la cartera de Educación. En la cuestión educativa, Rajoy o Gabilondo no son los únicos yacentes. ¿ Qué está haciendo la consejería de Educación en Murcia para mejorar el nivel de nuestros centros educativos, aparte de dejar que las cosas sigan su propia inercia, firmar pactos inanes para que todo siga como estaba, y sacar decretos de atención a la diversidad mientras permiten que las aulas de Bachillerato sigan atestadas con el máximo número legal de alumnos por grupo? Y hablan de potenciar la FP cuando no sólo no invierten un solo euro en implementarla, sino que reducen el presupuesto de los centros que la imparten.

Pero volvamos Joel Mokyr y su conferencia en la fundación Ramón Areces. «Un Gobierno ineficiente paraliza la innovación tecnológica y acaba por naufragar en la corrupción». ¿Les suena? ¿El camino para traer la prosperidad a la Región pasa, acaso, por fórmulas como el famoso proyecto de la Paramount, que viene de la mano de personajes que presuntamente están enredados en casos de corrupción urbanística? Los grandes negocios que en los últimos años han ´florecido´ en Murcia tienen todos el tufillo de, vamos a decirlo benévolamente, la bendición de las concesiones de la Administración.

No son momentos para quedarse en la cama, por mucho que lo diga Arriola, sino de estar bien despiertos, buscar denodadamente soluciones imaginativas, apostar de verdad por la educación y airear la casa para que de una vez nos abandone este persistente tufillo a corrupción paralizadora y generadora de ineficiencia.