El homenaje a quienes ya se han marchado es diferente en cada confesión. Sólo la católica celebra el Día de Todos los Santos en noviembre y los hebreos no tienen ni siquiera santos, ya que las beatificaciones de personas no existen en el judaísmo. Quizá por ello esta comunidad no tiene un día específico en el calendario para homenajear a los que han muerto.

Cuando un judío allece no se hace sepelio y se entierra en un sencillo ataúd de madera siempre en el suelo. Nada de nichos, ni mausoleos, ni panteones. Hay un día al año en el que se celebra el Día del Perdón y se lee una plegaria a mediodía por los que ya no están.

Por su parte, los musulmanes tampoco tienen tanatorios. Los fallecidos se llevan al cementerio en una caja abierta, pero se introducen envueltos en un sudario directamente en la tierra y en dirección a La Meca. En este caso las lápidas no tienen foto del fallecido, sólo nombre y fecha. Tampoco se les lleva flores.

En cuanto al rito ortodoxo, su Día de Todos los Santos es el domingo posterior a Pentecostés, pero asociado a los mártires, no a los difuntos. En este caso, acostumbran a visitar los cementerios el sábado antes de Pentecostés, el anterior a Cuaresma y todos los sábados de la misma. Y más que llevar flores al cementerio, que asocian con el entierro, encienden velas. Tampoco incineran ni quieren nichos, sólo suelo «porque lo que salió de la tierra, a la tierra tiene que volver».