Los enamorados murcianos se han quedado sin el sitio donde sellar su amor con un candado. A lo largo del día de hoy varios operarios están retirando todos los candados que, desde el verano de 2011, adornaban el Puente Viejo.

La decisión del Ayuntamiento llega después de recibir varias quejas vecinales, según confirma a esta Redacción el concejal de Fomento, Roque Ortiz, quien también explica que hasta el último momento "hemos estado dudando sobre la retirada de los candados, ya que podríamos estar acabando con una tradición que gustaba a muchos".

Sea como fuere, el tema de los 'candados del amor' parece no estar muy claro en el Consistorio, pues ésta no es la primera vez que se retiran del Puente de los Peligros. De hecho, en enero de 2011, el Ayuntamiento ya decidió quitarlos porque "afeaban y dañaban la estructura de un elemento con gran valor patrimonial", según manifestaron en su día desde el Consistorio.

La tradición surgida en Italia hace más de ocho años a raiz del libro de Federico Moccia Ho voglia di te (Tengo ganas de ti, en castellano) de que los enamorados abrazasen las farolas del puente Milvio, en Roma, con candados que llevaban escritas sus iniciales y luego lanzasen la llave al río Tévere se propagó por todo el mundo y llegó a Murcia. En busca de que este gesto eternizase su amor, un buen número de parejas siguieron el modelo de Roma en muchas otras ciudades de Italia y la moda apareció en España en lugares como el puente de Triana, en Sevilla; el de Santiago, en Zaragoza; y el de los Peligros. Sin embargo, en el comienzo del 2011 los murcianos se quedaron con este rincón del amor.

Una pérdida que duró poco, pues en junio de ese mismo año, fue el propio Moccia quien llegó a Murcia y, junto a Miguel Ángel Cámara, el por entonces alcalde de Murcia, reinauguró la moda de colocar los candados en el Puente Viejo. «Murcia quiere a Federico Moccia», rezaba la inscripción del candado que el autor colocó acompañado del alcalde, de miembros de su corporación y de varias fans que no quisieron dejar pasar la oportunidad de que Moccia les firmara sus libros de cabecera.

Antes de colocar el candado -y lanzar de espaldas la llave al río-, el escritor recordó su «sorpresa» cuando los puentes se empezaron a llenar de candados y, a la vez que imaginó entre risas que «las empresas que los fabrican estarán encantadas», se mostró feliz de que «la gente joven hayan hecho suya esta idea que simboliza el amor, el cariño, la felicidad...» «Es bueno recuperar valores», añadió Moccia. Ahora nos preguntamos qué pensará el escritor al saber que Murcia ya no quiere la moda que él instauró.