­Las aguas subterráneas pueden actuar como un sensor y avisar a los expertos de que se va a producir un terremoto. Según el hidrogeólogo de la Confederación Hidrográfica del Segura (CHS), Francisco Turrión, días e incluso horas antes de que se produzca un temblor el agua que circula bajo tierra y la de los pozos subterráneos «oscila de forma anómala y se producen significativos descensos y súbitos ascensos».

«Monitorizando en tiempo real estas oscilaciones, podríamos predecir con cierta antelación movimientos tectónicos e incluso establecer mecanismos de evacuación de la población», explica. Un instrumento útil que podría servir para este propósito es un sondeo de casi 500 metros de profundidad que construyó la CHS hace tres años en La Torrecilla, una zona muy próxima al casco urbano de Lorca. «De momento no se utiliza, pero podría ser de ayuda para estudiar el comportamiento de la lámina de agua subterránea y de las variaciones químicas que allí se puedan producir antes de la llegada de un seísmo», asevera el experto.

En otras partes del mundo ya se ha constatado que las aguas subterráneas pueden funcionar como excelentes sistemas de alerta. Por ejemplo, como explica el hidrogeólogo, en Tel Aviv (Israel), donde el nivel del agua de un pozo en el Valle de Beisán empezó a subir 45 minutos antes de un terremoto de cinco grados en la escala Richter, y eso que el epicentro se situó a unos 75 kilómetros.

Tensión acumulada

Otra de las circustancias estudiadas es que «a medida que se acumula tensión en las rocas a lo largo de una falla, se pueden producir cambios en la presión y en la química de las aguas subterráneas». Como ejemplo, Turrión pone el caso ocurrido en 1976 en Tangshan (China), donde «se registraron descensos en los niveles de las aguas de varios pozos ubicados en la zona desde varios años antes del evento sísmico, tendencia que cambió drásticamente dos días antes del terremoto, cuando dichos niveles volvieron a subir rápidamente».

Por otro lado, también destaca un estudio estadounidense que revela cómo afectan los seísmos a las aguas subterráneas. A pesar de estar a miles de kilómetros de distancia, el terremoto que sacudió Japón el pasado 11 de marzo «hizo fluctuar las aguas subterráneas de Illinois, Michigan, Missouri y Florida en el otro lado del Pacífico».

«Cuando ocurre un seísmo, las aguas bajan o suben, y a veces los cambios no se detectan, pues el agua pueden recuperar rápido su situación inicial», asevera el experto. Además, las nuevas tecnologías son de gran ayuda porque «permiten medir con precisión milimétrica las oscilaciones del agua en un pozo y que sea enviada en pocos instantes por radio, móvil o internet desde el propio pozo al centro de observación y control de estos fenómenos».

Si la cuestión es salvar vidas y poder adelantarse con un mínimo de tiempo a catástrofes de gran magnitud como la de la Ciudad del Sol, Francisco Turrión lo tiene claro: «Debemos invertir en prevenir».

El artículo completo está disponible en el blog ´Las aguas subterráneas de Murcia, su mayor tesoro´: http://www.franciscoturrion.com/