Hay nombres que los carga el diablo. Starbucks, la multinacional del café 'cool', toma su marca de uno de los personajes de Moby Dick, un oficial del Pequod que nunca pierde la cabeza como el capitán Ahab, siempre reconcentrado en su obsesión albina. Starbuck tiene muy claro que se ha embarcado en tan largo viaje sólo para ganar dinero. Starbucks, la cafetería mundial, es una de esas multinacionales -como Google, Facebook o Microsoft- que transmiten las mejores vibraciones al consumidor global pero, como el pragmático oficial del Pequod, nunca olvidan que están en este mundo para tener beneficios. Y cuantos más, mejor.

Ahora esas multinacionales están en la picota porque utilizan las grietas del sistema para eludir el pago de impuestos, colocando la residencia fiscal allá donde menos pagan al fisco, de tal manera que los productos que venden no pagan impuestos allá donde se produce el beneficio, sino donde está radicada la empresa. Así, los estados, regiones o ciudades cuyos ciudadanos están enriqueciendo a determinadas compañías no ven manera de cobrarles los impuestos que establece su normativa. Los mismos impuestos que, por otra parte, cobran implacablemente a sus ciudadanos. Los propios inspectores de Hacienda se sienten impotentes a la hora de frenar esas actividades transfronterizas que se escapan a los límites de la legislación nacional que ellos pueden aplicar. Las multinacionales, en esta novela de aventuras fiscales, no se pueden cazar.

Una vez más se repite esa frustrante sensación que el hombre de a pie tiene en mitad de esta crisis. Empequeñecido bajo la tormenta económica perfecta, observa como sobre su cabeza caen chuzos de punta en forma de despidos, bajadas de sueldos, subidas de impuestos y desahucios; y no dejan de arponearle desde todos los sitios. En cambio, hay una especie de mundo celestial ajeno a todos estos sufrimientos, donde los bonus siguen siendo millonarios, donde las decisiones bancarias o políticas más desvergonzadas aún no han sido castigadas con una docena de condenas judiciales ejemplarizantes y donde esas adoradas multinacionales han encontrado la manera saltarse legalmente la ley para no devolver a la sociedad la porción de riqueza que deben en pro del bien común. En esta aventura (desventura) económica se ve que hay ballenas blancas imposibles de cazar.