El Fuenlabrada creyó en la noche del martes, y, aunque quedó eliminado por el Real Madrid, se marchó a casa con un empate a dos en el Bernabéu que sus aficionados recordarán durante muchos años. El Lleida creyó en la tarde de ayer, y, pese a llegar a Anoeta con un 0-1 en contra y verse por detrás en el electrónico en el minuto 34, fue capaz de marcar tres goles en la segunda parte y dar la vuelta a un resultado que le permitirá estar en el bombo de los octavos de final.

Los nombres de ambos equipos sonarán fuerte durante los próximos días, no lo hará el del Real Murcia. Y es que, a diferencia de los madrileños o de los catalanes, los granas ni creyeron en la posibilidad de poner en aprietos a un Barcelona plagado de suplentes y de jugadores del 'B' ni se permitieron disfrutar de un escenario como el Camp Nou, donde se dieron cita casi ochenta mil aficionados. Y eso que era más que sabido que las estrellas azulgranas verían el partido desde la zona VIP.

No había duda de que el Barcelona resolvería el trámite de la vuelta copera -en Nueva Condomina ganaron los de Valverde por 0-3- con una goleada, pero, por si quedaba por ahí algún optimista, el Real Murcia le dejó en mal lugar, sobre todo porque los granas pintaron el partido que más favorecía a los de Ernesto Valverde. Al igual que los tiburones huelen la sangre, los culés tienen devoción por el balón, y los murcianistas no tuvieron mejor idea que dejárselo todo para ellos.

Ocurrió en el minuto 1 y se repitió hasta que el colegiado señaló el final del encuentro sin ni siquiera añadir ni un segundo, para suerte de los visitantes, que suplicaban que acabase cuanto antes una cita que era para disfrutar y que acabó convirtiéndose en una pesadilla. Lo peor no fue el 5-0, un resultado que se repite demasiadas veces cuando enfrente tienes a un equipo como el Barcelona, lo más negativo fue que el Real Murcia no se sintió protagonista e importante. No hubo ni una contra, no hubo combinaciones, tampoco alegrías, no se generó ni una ocasión de gol, incluso se puede decir que Cillessen se marchó al vestuario sin saber de qué color vestían los visitantes.

Ni por un día, en el que jugar en el Camp Nou y dejarse ver por la tele era más emocionante que el marcador, Salmerón fue capaz de dejar hacer a sus jugadores, de permitirles tirar de valentía y de iniciativa. Todo lo contrario. Con el objetivo de no dejar huecos, el Murcia se movió en apenas unos metros, los más próximos al área defendida por Santomé. No había presión ni contras, tampoco alegría ni emoción, algo que también puede deberse a la presencia sobre el terreno de juego de futbolistas como Molinero y Llorente, a los que, después de varios meses, ya nadie espera.

Los pocos robos o las escasas pérdidas de los azulgranas no eran aprovechadas. El balón daba más miedo que nunca. Y eso lo agradecían los de Valverde, que llegaron a acumular un 80% de posesión. Deulofeu fue el más activo desde el principio, no quería desaprovechar la oportunidad, tampoco lo hizo Paco Alcácer, que abría el marcador al cuarto de hora, ni Aleix Vidal. El monólogo local no se traducía en ocasiones manifiestas de gol, pero sí en llegadas peligrosas que los centrales del Murcia lograron solucionar en alguna que otra ocasión.

David Mateos, que regresaba al once después de superar su lesión, y Orfila eran dos de los que más minutos aparecían en televisión. También Fede Vega y el canterano Melgar luchaban contra los elementos para resistir las continuas cornadas que recibían por banda. Y gracias al esfuerzo defensivo y a la desaceleración azulgrana en los últimos minutos de la primera parte, el Real Murcia se marchó al descanso con solo un gol en contra.

Todo fue un espejismo para los granas, que nada más salir de vestuarios vieron como eran arrastrados por un auténtico tsunami. Deulofeu seguía demostrando que no quería marcharse sin su gol y Denis Suárez dejaba chispazos, pero fue Gerard Piqué el que inició el tormento murcianista. Aprovechando una gran jugada por la banda derecha, Aleix Vidal encontraba en el centro del área al catalán, que no fallaba ante Santomé.

El gol hizo demasiado daño al Real Murcia, que se derrumbó como la casita de paja de uno de los tres cerditos cuando el lobo aparece en escena. Aleix Vidal se inventaba una parábola para poner el 3-0 y Sergi Roberto saltaba al terreno de juego en el minuto 62 con la varita mágica en el bolsillo. El centrocampista de Reus fue el protagonista del cuarto tanto de la noche al dar una asistencia de lujo aprovechada por Denis Suárez.

Del Murcia ya no quedaba nada. Con el Barcelona en estado puro, los cambios solo ayudaron a perder el tiempo, a intentar que el suplicio acabase cuanto antes.

Un canterano de La Masía, José Arnáiz, fue el encargado de dar la cornada definitiva a un conjunto murcianista que tenía un gran porcentaje de posibilidades de salir goleado del Camp Nou, algo que acabó ocurriendo, pero, aunque pudo hacerlo con valentía, prefirió optar por el uniforme de cobarde.