Esos grupos "vulnerables" incluyen a los enfermos del cáncer, los incapacitados físicamente, los enfermos mentales, o miembros de minorías raciales o étnicas.

Los críticos del suicidio asistido señalan que los miembros de esos grupos podrían verse influidos a terminar su vida mediante ese procedimiento.

Pero, según científicos de la Universidad de Utah, el estudio realizado en los Países Bajos y en Oregón, el único estado de este país que permite el suicidio asistido, no encontró pruebas de un aumento de muertes, excepto en personas con sida.

Los investigadores analizaron datos sobre suicidio asistido y eutanasia en los Países Bajos desde 1985 a 2005 y los informes del Departamento de Servicios Sociales del estado de Oregón correspondientes al periodo entre 1998 y 2006.

"Aquellos que murieron con la asistencia de un facultativo en las jurisdicciones estudiadas parecían disfrutar de privilegios comparativos en el terreno social, económico, educativo y profesional", indicaron los científicos en el estudio.

Alrededor de un 80 por ciento de quienes fallecieron con la ayuda de un médico en los Países Bajos y en Oregon era pacientes de cáncer y su edad media era de 70 años, añadieron.

Sin embargo, los científicos indicaron que la única desproporción ocurrió en el número de muertes asistidas en enfermos de sida aun cuando fue extremadamente baja.

Como ejemplo, citaron el caso de Oregon, donde solo seis personas con esa enfermedad decidieron terminar su vida con ayuda de un médico en los nueve años incluidos en el estudio.

En Oregon, la ley estatal autoriza que un médico recete medicamentos letales a una persona siempre y cuando otros dos facultativos hayan determinado que sufre una enfermedad terminal y le quedan menos de seis meses de vida.

En ese caso, la administración de las sustancias letales queda a cargo del paciente, en tanto que en los Países Bajos su aplicación queda en manos de los médicos.