Poderío y sensibilidad se unen en la voz de María Isabel Quiñones Gutiérrez, ´Martirio´, que ofrecerá esta noche en el Romea un espectáculo que aglutina todos los géneros que han dejado huella en sus obras tras treinta años de trayectoria. De esta forma, trasladará al público los sentimientos de la copla o el flamenco, derrochará el matiz sugerente que envuelve el bolero cubano, el jazz o la bossa nova, y hasta coqueteará con la canción protesta o el pop español. Nada escapa a esta artista que experimenta con todos estos géneros, unificándolos con su característica voz. Renovadora y rompedora de esquemas, su música ha sido siempre un puente entre culturas y su valentía no se ha pasado por alto por la crítica: nominada a los Premios Grammy Latinos en dos ocasiones y Premio Nacional de las Músicas Actuales 2016.

Celebra 30 años en el escenario. ¿De qué se siente especialmente orgullosa? ¿Cómo han transcurrido estas tres décadas?

Me siento orgullosa de tener un público fiel que me ha seguido y permitido los cambios de género tan drásticos que he ido experimentando en estos años. De tener un hijo enamorado de la música y que es un artista total. De tener amigos, músicos, un mánager y un equipo que ha sido fiel durante tanto años y que hoy son necesarios para mí. De tener ganas de seguir, buscar y aprender. De trabajar siempre en libertad. Tres décadas entregada a la música que me ha hecho crecer y desarrollarme como artista y como mujer.

¿Era más difícil defender la libertad creativa cuando empezó o lo es ahora? ¿Queda algo del espíritu de la Transición?

La libertad siempre es difícil, nunca fue fácil lo hermoso. En mí quedan las ganas de entenderse, comunicarse, ayudarse y labrar un futuro feliz con verdad y justicia.

¿Canta mejor a la lágrima o a la sonrisa?

Yo tengo querencia por las dos cosas, aunque la verdad es que una canción dramática es de lo que mejor me sale. Pero una de las cosas que más me gusta del mundo es hacer reir y reírme.

¿Qué cuenta en sus conferencias sobre la mujer y la copla?

Expongo el género, su época, costumbres sociales, morales, sus autores e intérpretes. Y divido en apartados las distintas emociones. Voy aplicando letras cantadas intercalando en los distintos grupos, para ver de alguna manera cómo las canciones influyen en nuestra educación sentimental.

Una vez dijo en una entrevista que padecía una esquizofrenia maravillosa entre Maribel y Martirio, ¿cómo la lleva?

Sigo en ello y, la verdad, creo que es una gran ventaja. Es un personaje que construyo cada día, en el que vuelco toda mi expresión, todo lo que Maribel como secretaria y artífice piensa y trabaja. Y ello para que luego Martirio lo muestre y lo exponga.

En 1984 Martirio encontró a Mario Pacheco, que sacó su primer disco (Estoy mala, 1986) ¿Cómo recuerda aquel nacimiento?

Como un encuentro de la llave maestra de la conexión artística. Una rara avis capaz de ayudarte a poner en pie tu obra dejándote ser y estar. Lo echamos muchísimo de menos, por su criterio, su conocimiento y su implicación.

¿Cree que en los años ochenta había un ambiente más receptivo que en la actualidad para captar a artistas tan personales como usted?

Sin duda. Se premiaba mucho más la personalidad, la diferencia, el contenido, la estética, etc.

Quería reivindicar la copla y no la entendieron al principio. ¿Y ahora?

Ahora es distinto, y tiene que ver con un gran esfuerzo y trabajo y mantener una ética y estética. Han visto que iba en serio.

¿Fueron conscientes usted y Chano Domínguez de que estaban globalizando la copla cuando la unieron con el jazz?

No, claro. Surgió como surgen las cosas bellas, por pura intuición y amor a la copla y al jazz, y buscando una nueva lectura que enriqueciera aún más al género. Esto provocó el acercamiento de un público que estaba alejado, aunque lo tenían en reposo en el disco duro.

Sus letras, aunque sean de andar por casa, ¿tienen una carga política?

Yo creo que todo tiene una lectura política. El arte sirve para exponer, reflexionar, remover, espejarse y mejorar, entre otras muchas cosas. Y si vas con la verdad por delante, ya lo estas haciendo en cualquier ámbito.

¿Qué ha salido de esa unión artística con su hijo Raúl? ¿Qué le ha aportado como artista?

Raúl es quien mejor me conoce. No es que me acompañe, es que persigue mi respiración. Es un músico excepcional y capaz como pocos de tener un criterio de producción y arreglos y controlar la calidad de la expresión y de las letras. Y además toca que te mueres. Con 25 años que lleva en la música, puede con cualquier género. A punto está de sacar su segundo disco en solitario, La raíz eléctrica, que va a ser una cosa increíble, ya veréis.

¿Qué han significado en su trayectoria Kiko Veneno, Chano Domínguez y Chavela Vargas?

Kiko, el descubrimiento de una forma de escribir llena de cultura, calle, poesía, ingenio, profundidad, humor€ Me abrió muchas puertas para ser yo misma. Chano me contagió su amor al jazz, y me ha permitido unos conciertos por el mundo con unos músicos y unos escenarios que me han hecho gozar y crecer. Y la risa, esa alegría que nos une en cuanto nos vemos. Por último, Chavela es un gran referente para mí. Su valentía, su poesía, su dignidad, su verdad, su libertad y sabiduría son cualidades que admiro. Y haberla tratado, haber cantado y estar con ella, es una de las mejores cosas que me han pasado en la vida.

Dices que te podrías haber pasado la vida entera cantando Sevillanas de los bloques, pero en cambio has decidido mezclar la copla con el jazz, fusionar estilos, mezclar lo urbano con lo popular€ ¿Por qué esa necesidad de explorar y seguir buscando?

Porque hay que crear. Hay que comerse la cabeza para dejar hecho un trabajo lo mejor posible y nuevo. Hay que cumplir con el futuro.