Después de tres años de silencio, en los que Raúl Frutos ha estado concentrado en Crudo Pimento, The Ben Gunn Mento Band regresa para participar en la vuelta del Cartagena Folk.

Después de tres años, volvéis la Ben Gunn Mento Band a juntaros. ¿Qué lo ha motivado?

Digamos que ha habido cierta aclamación popular; hace cosa de un mes retomamos el contacto personal todos los miembros de la banda. Somos amigos desde hace muchos años, y pensamos que estaría bien volver a disfrutar como disfrutábamos cuando nos subíamos a un escenario.

¿Cómo ha sido el reencuentro?

Es como si nunca lo hubiéramos dejado. En un sólo ensayo todo salió del tirón, de alguna manera lo teníamos guardado en algún rinconcito del inconsciente caribeño colectivo que compartimos.

¿Cómo surgió montar una banda de mento en Murcia?

Nuestro cantante, Lord Tone, la indiscutible voz del calipso y el mento en España, amigo y compañero de fatigas desde la adolescencia, fue el principal ideólogo. Siempre fue un gran conocedor de la música jamaicana en todas sus variantes. Un día me pasó un disco de The Jolly Boys, y ese sonido tan jodidamente puro y sincero me voló la cabeza. Le dije, 'tío, tenemos que conseguir sonar así', con lo que me dediqué una temporada a investigar el género, el por qué y cómo sonaban así, y me decidí a construir en mi taller algunos de los instrumentos tradicionales sin los que ese sonido no sería posible. Acto seguido, completamos la banda con grandes músicos y amigos que terminaron de redondear ese sonido: mi hermano Paco Frutos al timple canario y el tres, Javier Morales al clarinete y Paco Belchí a la flauta travesera.

Sois, que yo sepa, la única banda de estas características que hay en España. ¿Esa 'originalidad' os beneficia?

Puede que así sea; al menos, de los únicos que se acerquen a estos géneros desde la pureza y ruralidad de su sonido. No sabemos si nos beneficia o no en términos de mercado musical; esa parte queda al margen de esta aventura antillana. Tocamos cuando nos apetece reunirnos y pasar un buen rato.

Muchos instrumentos que, además, os fabricáis vosotros reciclando, suenan desafinados. ¿Forma parte de vuestro acercamiento a la tradición?

No puede ser de otra manera. En mi caso, soy enemigo de afinadores digitales y metrónomos en directo y en casi cualquier otra situación. Afino mis instrumentos de oído, tomando como referencia las notas de una armónica. El encanto de una guitarra ligeramente desquintada no lo cambio por ninguna flamante Trastocaster.

En vuestro debut escogisteis, junto a temas propios, dos versiones: Big Boy and the Teacher y Don't Touch me Tomato. ¿Resulta complicado hacer temas propios sin tener bien ancladas las raíces?

En nuestro caso, es algo que desde el principio ha surgido de una forma natural. Simplemente con intentar huir de la 'asepsia musical' en la que vivimos actualmente ya te estás acercando de alguna forma a un modo de hacer música que se acerca a lo que entendemos por raíz, esto es: cantar, palmear, tocar en una reunión social cualquiera utilizando la pasión, la intuición y los licores típicos del lugar.

¿Ha influído el trabajo de Juan Perro en vuestra inclinación al sonido antillano?

Por supuesto, él y, sobre todo, Víctor Aparicio Abundancia fueron los primeros en este país en acercarnos sin complejos a las Antillas. Sobre el segundo sujeto en cuestión pronto os daremos una sorpresa que nos ilusiona como a críos chicos.

Decís que lo vuestro entra más por los pies que por los ojos o los oídos. ¿Reinvindicáis más el ritmo que la melodía? ¿Qué reacciones suele tener el público que asiste a vuestro conciertos?

Si desde el primer tema que suena no hay por lo menos una persona moviendo un pie, algo va mal, e irá a peor si sigue sin moverse un solo pie. Digamos que la reacción suele ser muchos pies moviéndose, pies de hombres, mujeres, niños, mayores, gente que disfruta de un tipo de música, y que, sin necesidad de conocer exactamente las canciones que están sonando, parecen conocerlas desde siempre.

¿De dónde sacas tiempo para componer?

De donde puedo, y de donde no puedo también. Casi todo mi tiempo libre lo paso encerrado en el estudio, que como además lo tengo montado en el salón de casa, sólo tengo que levantarme de la cama, dar unos cuantos pasos y seguir con esa pista a la que no terminé de sacarle punta anoche.

Te mueves en muchos ambientes distintos: canción de autor, folk, metal, indi-rock, música antillana? ¿En cuál te sientes más cómodo?

No pienso en esos ambientes a la hora de componer. Para mí todo es lo mismo, unas veces más visceral, otras más sosegado. Puede aparecer la disonancia, desaparecer después para dejar paso a la melodía pura..., pero todo es lo mismo.