Jorge Pardo regresó al Cartagena Jazz con su Cumbre Flamenca Latin Jazz, un paso más en el camino, que el maestro, con sus flautas y saxos al hombro, recorre hacia el futuro de dos tradiciones musicales -las del flamenco y el jazz-. Dos estilos distintos, pero amalgamados y unidos ya irremediablemente por una generación de valientes de la que Jorge Pardo se ha convertido, por méritos propios, en el máximo representante.

El concierto era una apuesta segura, y si además el director de orquesta es Jorge Pardo? El peso de los nombres propios que soportaban esta propuesta (Javier Colina, Jerry González, Rycardo Moreno, Federico Lechner, Antonio Serrano y Piraña) eran una garantía. Así lo entendió el público, que llenaba el Teatro Circo. Lo hicieron bonito.

La fórmula funcionó a la perfección. Seguramente habrá pocos músicos capaces de moverse con tanta naturalidad, soltura y solvencia entre ambos mundos musicales. En particular, Jorge y Javier Colina han creado una forma de expresión propia, en muchas ocasiones más próxima incluso al flamenco que al jazz, favorecida por su enorme bagaje de colaboraciones con primerísimas figuras del flamenco. El conjunto son siete artistas amigos que se conocen y admiran desde hace años. A veces han colaborado, pero hasta hoy no habían actuado juntos en un concierto.

Se pudo escuchar al número uno en saxo y flauta de la actual fusión flamenco-jazz, a uno de los contrabajistas más talentosos del panorama actual de fusión de jazz y flamenco; a un guitarrista de fama internacional, heredero de una saga de artistas flamencos, que sabe arrancar a la guitarra sonidos y matices electrizantes; y qué se puede añadir que no esté mil veces dicho de la trompeta de Jerry González, desde el Bronx, una de las grandes figuras del jazz latino. Él, que es un grande, ha colaborado con todos los grandes del jazz. Y con luz propia brilla la armónica de Antonio Serrano, que sabe cómo arrancarle las armonías a ese instrumento y a muchos otros; y el cajón de Israel Suárez, Piraña, que viene nada menos que con diecisiete años ya aprendía a la sombra de Paco de Lucía. Pues estos cracks, con el impecable piano de Federico Lechner, fueron los culpables de la revolución flamenco jazzística del pasado viernes.

La introducción para entrar en ambiente estuvo a cargo de la guitarra con una soleá, a la que se unió el cajón, abriendo camino al primer solo de saxo en un comienzo genuinamente flamenco. Empieza a sonar la Historia de un amor por bulerías, con el sexteto desgranando ritmos de jazz sobre bases rítmicas flamencas, y Jorge Pardo protagoniza un solo de saxo que lleva a las mayores alturas. En ese momento hace su entrada en escena Federico Lechner con la sabiduría de esas manos que interpretan desde el alma. Aquí todos tienen su momento de protagonismo, y a veces el septeto se transforma en cuarteto, quinteto o dúo dialogando de instrumento a instrumento. Entran y salen de escena, y ahí tenemos a Jorge Pardo haciendo compás con las palmas cuando deja el saxo. La armónica hace su solo en versión jazz, y no digamos Jerry, siguiente solista con su trompeta sabia, grave o aguda. Esta gente abre el corazón.

Según avanza la noche, el jazz va haciéndose cada vez más protagonista. Y cuando Rycardo se queda solo en escena, en su momento cumbre , sorprende con esa guitarra que empieza por unas bulerías que suenan a jazz cien por cien, más bien jazz por bulerías. Se volvió al guión con Jerry González, un outsider del jazz latino, cuyo duende está tan en sintonía con este género, entonando Obsesión, el bolero de los Piratas del Flamenco (mejor aspecto presentó que en su anterior visita al Jazz San Javier este verano).

Luego, el mago de la armónica interpretó con ese instrumento de juguete, tan única que suena a viento y cuerda, Libertango del maestro Piazzola, en una versión sorprendente y embriagadora. Serrano lo es todo con la armónica, un intérprete sensible y espectacular, capaz de levantar de sus asientos a quien le escucha. «¡Agua!», gritaban los aficionados en los mejores momentos. Y ya de nuevo el septeto, en los compases finales, encontró al Paco de Lucía de Zyryab, en una introducción de Pardo a la flauta. La etiqueta de ´fusión´ se desdibuja en Sanlucar-Mojácar, de sus disco Huellas, donde cobran personalidad propia dejando fuera si son flamenco-jazz, jazz-flamenco o todo lo contrario.

En lo que a lo jazzístico se refiere, la Cumbre Flamenca Latin Jazz se ganó merecidamente su nombre. Con Jorge Pardo al frente de este encuentro musical, el concierto se alargó durante casi dos horas repletas de música de primer nivel, que se pasaron en un suspiro. Javier Colina y Piraña formaron una rítmica de lujo. Merced a esta variedad de visiones estilísticas sonaron soleás, tangos y también clásicos del jazz como el Caravan de Duke Ellington a tumba abierta, como si de una ´flamenco session´ se tratara. Encuentro y dispersión al mismo compás, con Jorge Pardo pletórico en el sentido del ritmo. Se diría, no sin motivo, que con estos artistas, tan a gusto juntos, se reunieron todos los duendes del flamenco. Memorable.

Boleros y sones desde Cuba

La CMQ Big Band es el proyecto musical del pianista cubano Luis Guerra, que ha reunido a diecisiete músicos cubanos y españoles para rendir tributo al inimitable Beny Moré, ´el bárbaro del ritmo'. Moré dominó la música de la isla en los años 40 y 50 del pasado siglo al frente de una orquesta que brilló tanto con las composiciones de su líder como con las de otros grandes autores del momento. Este proyecto redescubre el legado del ´sonero mayor´ en su formato original. Luis Guerra ha transcrito a partir de las grabaciones originales nota por nota y, para el difícil reto de interpretar las canciones, nadie mejor que Alain Perez, cuyo timbre es cercano al de Moré; lleva la voz cantante, y, ciertamente, no sale mal parada.

A medio camino entre la fidelidad al concepto de las orquestas que acompañaron a Moré y los combos actuales, la CMQ Big Band fue desgranando ora un bolero (Hoy como ayer), ora un vigoroso son (Qué bueno baila usted), ora una poderosa rumba (De la rumba al chachachá), parte de su gozoso repertorio, aunque no todas las canciones brillaron con igual intensidad. Para el bis se dejaron un tremendo bolerazo (Cómo fue). La edad de oro de la música cubana estaba en esas canciones.