Protagonista de algunas de las películas más importantes del cine español de los años 80 y 90, concibe el teatro como «una gran escuela». Esta noche se sube a las tablas del Teatro Romea de Murcia con la comedia dramática Nuestras mujeres, junto a Antonio Garrido y Antonio Hortelano.

¿Qué temas aborda Nuestras mujeres?

En la obra somos tres amigos que se juntan para jugar la partida de cartas habitual. Uno de ellos se retrasa y da la noticia de que ha matado a su mujer. A partir de ahí vemos que la amistad de estos personajes no es tan sólida y empiezan a quitarse las caretas. No es una obra que aborda la violencia de género. Es una comedia dramática, un drama cómico.

¿Cómo son los hombres de la obra?

La obra es una crítica a la clase social media-alta francesa. El público sale del teatro pensando lo que ha visto, porque te lleva para arriba y para abajo y te brinda un montón de sorpresas. En el espectáculo hay continuos giros.

¿Qué supone ser un hombre hoy en día?

No lo sé, eso me preguntan siempre. Lo que creo es que el hombre se tiene que adaptar a los tiempos que estamos viviendo porque la mujer ahora mismo está ocupando un puesto y hace cosas que no le permitían antes. El hombre no es el rey de la casa como nos han dicho desde pequeñitos.

¿Cuándo desaparecerá una lacra como el machismo?

Será complicado desprendernos del machismo porque lo tenemos muy metido desde hace muchos años. Pero creo que cada vez estamos mejor. Yo siempre he sido una persona bastante tolerante.

Siempre cómodo en la comedia. ¿Hacer reír es un sueño siempre hermoso?

Poder hacer reír a la gente es una maravilla. De todos modos lo que tiene que hacer el actor es de intermediario entre el autor y el público, es decir, tiene que hacer reír, enternecer, enfadar... hacer vivir emociones al público.

¿Qué le ha descubierto su personaje, Paul?

Paul es médico, reumatólogo y con dolores de espalda. Es el personaje más maduro que he hecho en mi carrera. En Francia -la obra allí ha sido un éxito y se ha llevado al cine- la protagonizan actores mayores que nosotros. No soy médico pero mi hija tiene la misma edad que mi personaje. Desde el primer momento en que leí el texto, me gustó mi personaje. Tiene muchos registros y se sitúa entre la locura y la ternura.

¿Qué tiene el texto de Eric Assous para ser «un alarde de dramaturgia»?

Me parece maravilloso cómo pasa de situaciones muy dramáticas a otras muy cómicas, incluso a momentos de clown. Sorprende constantemente. Interpretarlo es una gozada. Los continuos giros inesperados hacen que el personaje se convierta en otra persona. Assous tiene mucho dominio de la dramaturgia. El espectador está pillado de principio a fin, y eso también es mérito del director, Gabriel Olivares.

¿Es una obra solo para mujeres?

A las mujeres les gusta mucho porque ven a tres hombres mostrando sus sentimientos, como si fueran tres mujeres. Pero es una obra para todo el mundo, no solo para mujeres. Lo que sí es verdad es que una obra de teatro que no guste a las mujeres es un fracaso. Igual que una película, si no gusta entre las mujeres dudo mucho que tenga éxito. Las mujeres son las que realmente llevan al hombre casi siempre al teatro o al cine. A las mujeres les gusta que les cuenten historias, lo necesitan. Lo he visto con esta obra, donde se reúnen hasta quince mujeres para ir a la función. No sé si será porque tienen una parte más sensible.

¿Qué admira de las mujeres?

La ternura, su mayor vinculación a los sentimientos y que puedan hacer dos cosas al mismo tiempo. Si tuviera una empresa me gustaría que estuviera formada por mujeres. A mí las mujeres siempre me han ayudado mucho. Siempre me he sentido protegido por ellas.

¿Cuáles son sus armas de seducción?

Buff, complicado. De entrada ser yo mismo y tratar de... No sé... Nunca se me ha dado muy bien... nunca he tenido mucho éxito con las mujeres. Esa es la realidad, tal vez porque siempre haya estado en un colegio de chicos.

¿Cómo explica que, con su dilatada trayectoria, jamás le haya dirigido una mujer en el cine?

Porque tampoco hay tantas mujeres directoras. Haciendo publicidad sí he trabajado con dos directoras muy buenas: Icíar Bollaín e Isabel Coixet. Me gusta mucho trabajar con mujeres, con ellas encuentro otras cosas. Siempre que he tenido que preparar algún papel me han ayudado ellas.

¿Concibe el teatro como una escuela en la que se aprende cada día?

Concibo el teatro como una maravilla porque todos los días tienes que sacar adelante una función. Es un entrenamiento increíble. Para mí, el teatro es la base, una gran escuela, pero no menosprecio la interpretación en cine, que es muy difícil.

¿Fue usted un buen estudiante?

No. Me costaba entender y me aburría en las clases. Las cosas las he ido aprendiendo con el tiempo y sobre todo por mis ganas de conocer y de saber. Hay que reconocer que no tuve buenos profesores. Me hubiera gustado que me despertaran el gusto por la literatura, las matemáticas, la física...

¿Quién le dio la primera lección en su profesión?

Uno aprende con cada trabajo pero diría que el primero fue Fernando Fernán Gómez con El viaje a ninguna parte (1986). Exigía mucho y a veces era demasiado duro pero nos estaba enseñando, aprendíamos con él. Lo que aprendes de joven con un gran maestro no se te olvida nunca. A mí me apena que mucha gente que se nos ha ido en España no haya enseñado más. Hablo de gente como Fernán Gómez o Rafael Azcona.

En 2015 se cumplen 25 años de su Goya por ¡Ay, Carmela! ¿Qué significó para usted aquel trabajo?

El premio para un actor es que te llegue un buen guión. Otro premio es poder hacerlo bien y luego que la película funcione. Todo lo demás es secundario. Por supuesto que es importante tener un Goya pero cuánta gente ha tenido uno y luego no ha vuelto a trabajar. Incluso eso ha sucedido y sucede en los Oscar. Como decía Fernán Gómez los premios, si te los dan siendo joven, sirven para saber que puedes seguir en esto; y si los recibes de mayor, te siguen manteniendo.