Dos escenarios fueron los encargados de invocar a las estrellas del heavy que se dieron cita en el Festival Leyendas del Rock, que se celebró el viernes y ayer en el Colegio Río Segura de Beniel. Barón Rojo, Warcry, Obús o Topo, entre otros, fueron los encargados de convertir Beniel en el templo del rock.

Entre los asistentes del público se encontraban personas de todas las edades, hasta familias al completo, en un ambiente muy sano en el que la mayor parte de la gente estaba centrada en los conciertos de las bandas, y donde todo el mundo disfrutaba del espectáculo.

Con una camiseta rockera negra, unos tejanos algo gastados, el pelo largo recogido, una sonrisa agradable y la más estricta educación se encontraba Antonio Saura, director de la compañía de teatro Alquibla, que movía ligeramente el cuerpo, junto a su colega Antonio Clares, al compás de las canciones del grupo Topo, una banda mítica de los setenta y ochenta que participó en el festival. «Este evento es un éxito rotundo, a pesar de todos los cambios que han hecho que se celebre cada año en un sitio distinto», dijo Saura. Además, añadió que «son festivales que deberían realizarse más a menudo, ya que la Región es un lugar propicio para hacer festivales de este estilo».

Antonio Clares fue a ver al grupo Warcry, pero afirmó que «deberían de haber traído a Banzai y Tritón, dos grupos que se han vuelto a juntar después de veinticinco años y que es imperdonable que no vengan a este festival».

Justo en el centro del recinto, en frente de primer escenario, se encontraba un hombre de mediana edad llamado Manolo, que llevó a sus dos hijos a la segunda jornada del festival para «transmitirles lo que es la buena música, el rock». Los dos chavales, de apenas 10 años, no pararon de bailar junto a su padre mientras emulaban tocar la guitarra y movían la cabeza como unos dioses del rock.

Un recinto bien acondicionado

El recinto estaba muy bien acondicionado, ya que la organización se encargó de que no faltara ni el más mínimo detalle para que todo saliera según lo previsto. Barras en las que se servía cerveza y bebidas, puestos con merchandising de los grupos que actuaron, servicios y casetas para que la gente pudiera comprar alimentos para aguantar las dos duras jornadas. Por otra parte, el camping, que estaba situado a pocos metros de donde se celebró el festival, era un mar de tiendas de campaña donde la gente descansaba para estar con las pilas puestas para cuando actuase su grupo favorito. Los organizadores cambiaron de lugar el festival, que iba a celebrarse en San Javier, cuando se produjo el cambio de Gobierno de esa localidad.