Protéjase con un enorme traje antibalas y diga su opinión de malas maneras y a gritos frente a un persona armada en medio de la selva y sienta la sensación de estar siendo escuchado sin estar expuesto a ningún tipo de represalia. De esta manera se podría ejemplificar la capa de invisibilidad que algunos creen tener cuando cogen su teclado, entran en Internet y escupen barbaridades en forma de tuits y posts en Facebook. El traje antibalas, en este caso, sería el anonimato que ofrece un perfil anónimo y la creencia de un blindaje gracias a él. Y la persona armada sería nuestra legislación, las leyes que podrían castigar este comportamiento. Pero ahora bien, ¿es nuestra selva un entorno con muchas personas dando gritos?, ¿cuál es límite que separa nuestra opinión, aunque con malos modales, de un acto que puede constituir una ilegalidad?

El acoso en la Red, los insultos y el menosprecio son temas a la orden del día que se pueden leer a la hora del desayuno, y casi cualquier semana, en el periódico que acompaña al café. La opinión se tiene, se escribe y se publica. Algunas veces en 140 caracteres, otras en más de un centenar y otras en formato gráfico o audiovisual. Pero al margen de la opinión, está el delito. Y pese a que odiar no es ilegal de por sí, odiar por pertenecer a una minoría sí que puede llegar a serlo.

Puede existir cierta confusión a la hora de hablar o leer sobre estos delitos. Unas veces, como hacen distintas ONG's o entidades sociales, se hace referencia a incidentes relacionados con delitos de odio. Estos datos contemplan hechos discriminatorios llevados a cabo ante colectivos como el LGTB o la comunidad gitana, entre otros, aunque puedan o no acabar siendo denunciados.

En cuanto a los casos en los que se produce una incitación masiva al odio, la memoria de la Fiscalía General del Estado mencionó el seguimiento de 415 procedimientos judiciales durante el año 2016 . Y en este mismo documento, se plasmaba a su vez que se había producido un incremento de estos de más del doble a través de Internet, pasando de 40 expedientes registrados en 2015 a 99 en 2016.

La definición del delito de odio la recoge el artículo 510 del Código Penal por el que pueden ser castigados con una pena de uno a cuatro años y multa de seis a doce meses quienes fomenten o inciten al odio o discriminación por motivos racistas, antisemitas, de ideología, religión, sexo, orientación o identidad sexual, razones de género o discapacidad, entre otros.

Cuando la Fuerzas y Cuerpos de Seguridad arrancan la investigación, primero lo hacen por fuentes abiertas: miran en qué red social y dónde se ha cometido el hecho, comprueban y salvaguardan la comisión de éste con un acta de navegación y luego investigan perfiles que pueda tener la persona que lo ha cometido para ver si consiguen identificarle de esta manera.

Cuando se trata de un delito de odio en redes sociales, se investiga, pero por el contrario, fuentes cercanas explicaron que «cuando alguien comete un hecho sancionable, también en estas plataformas, está totalmente blindado. Si publicas unas injurias leves, ni se investiga ni el juez lo va a aceptar». Si es un delito de odio, se investiga siempre.

En la Región, uno de los colectivos que más sufre el odio en redes es el LGTBI. Jesús Costa, presidente de No Te Prives, comentó que «el año pasado, en el Orgullo de Murcia, hubo unos altercados y la Fiscalía no siguió adelante con su denuncia al delegado del gobierno porque no había denuncia física. Hubo amenazas a través de redes sociales a personas que ellos tenían identificadas».

En este sentido, Costa detalló que «nos mandan pantallazos como ´si denuncias, te voy a matar, se donde vives, si dices algo acabarás violada o te violamos´... algo así. Los típicos de ´maricones´... una serie de mensajes que la gente no se atreve a denunciar».

«Aunque, claro, ahora con la libertad de expresión, que yo te pueda decir a ti ciertas cosas... como no te estoy diciendo que te voy a matar, no pasa nada, pero te lo estoy diciendo porque eres maricón o porque eres lesbiana o porque me da asco», resaltó al respecto.

Costa también denunció que «nos llegan casos de menores de edad que sufren acoso a través de Twitter y Facebook». En su opinión, «el problema es que la gente no sabe exactamente qué medios tiene para denunciar eso». «Nosotros les decimos que hagan pantallazos o que en redes no contesten, lo guarden y que automáticamente denuncien», manifestó. «Es un poco difícil el poder demostrarse este tipo de cosas», reconoció el responsable del colectivo.

«Fuera de España moros y la basura roja que quiere que nos inundemos de ellos». «Hemos estado muchísimos años tranquilos, se nos acabó la paz, nunca la habrá mientras tengamos moros en nuestra cristiana tierra, fuera Islam». Son sólo dos de los comentarios reales que se vieron en Internet tras los atentados de Barcelona en agosto. Hoy, la islamofobia sigue.

El portavoz de la Unión de Comunidades Islámicas de Murcia, Mohamed Reda el-Qad, cree que «generalmente eso lo están fomentando grupos radicales católicos y están surgiendo unos focos de persecución y odio a la comunidad musulmana, a los musulmanes y a los judíos a la vez».

No sólo se queda en un mensaje en Internet. «Prohíben hacer mezquitas u oratorios, les persiguen pensando que todos son terroristas y así aprovechan lo que están haciendo los demás los radicales para tener excusas para perseguir un poco a los musulmanes. Eso está ocurriendo en todas las comunidades e incluso en algunas iglesias están fomentando el odio y más de una vez tuve que intervenir a hablar con el cura para que no resucite el odio entre las dos comunidades», señaló.

A juicio de Mohamed Reda el-Qad, «lo que podemos hacer nosotros es no hacer caso a los que nos atacan», ya que «el silencio en este caso es mejor, para no enfrentarnos en una guerra sin necesidad».

No se libran del odio los miembros de la comunidad gitana. Javier Sáez, experto del Departamento de Igualdad y no Discriminación de la Fundación Secretariado Gitano, lamenta que en Internet «aparecen a menudo discursos muy insultantes, muy agresivos, contra el pueblo gitano». Los ven «en Facebook, en Twitter y, sobre todo, en los periódicos digitales, en los comentarios de los lectores». «Ahí, cuando hay noticias sobre personas gitanas,suelen aparecer comentarios muy agresivos, muy racistas», insistió Javier Sáez.

«Lo que intentamos es, por un lado, educar a la sociedad en que eso no se debe permitir. Es un discurso que ataca a todo un pueblo, no debería consentirse», espetó. «Y también escribimos a los medios para que regulen esos foros, porque tampoco se puede poner cualquier cosa en Internet: hay ciertos límites a la libertad de expresión, que es la dignidad de las personas y el respeto a los derechos humanos», subrayó.

«Hemos hecho ahora un seguimiento con la Comisión Europea del discurso de odio y en España hemos reportado 115 casos en un mes de discurso de odio antigitano. Casos de discurso de odio muy violento, muy extremo. De todos los colectivos, el colectivo gitano es el que más discurso de odio recibía en este proceso que hemos hecho con toda Europa», aseguró el experto.

Un colectivo que está también en el punto de mira de los odiadores cibernéticos es el de las prostitutas. Ocurre esto porque «se funciona con estereotipos de lo que es una trabajadora del sexo», lo cual puede dar lugar «a un discurso del odio que hace mucho daño», apunta Nacho Pardo, coordinador del Comité de Apoyo a las Trabajadoras del Sexo (CATS). Confundir prostitución con trata es también una constante en redes. Y en la realidad.

«Hay foros en los que se habla de las prostitutas de una forma muy desagradable, faltando al respeto», subraya Pardo, al tiempo que considera que «hace incluso más daño el discurso del odio» que una agresión puntual que pueda sufrir una trabajadora sexual en la calle. Y es que el discurso del odio, germen de los ataques físicos, «es persistente», destaca.

«Los estereotipos pesan tanto que hacen que la población no respete al colectivo de las trabajadoras sexuiales, y eso provoca el delito de odio», indica Pardo.

Desde CATS tienen claro que «el discurso abolicionista y el discurso institucional están vinculados, con buena o mala intención, al discurso del odio». Según Pardo, «eso favorece las problemáticas psicológicas» que pueden padecer las trabajadoras del sexo, cuya «calidad de vida va degrandándose», lamenta.

No sólo prostitutas, gitanas, musulmanas, homosexuales, bisexuales o transexuales reciben odio gratuito en Internet. También migrantes, personas racializadas, defensores de la gestación subrogada y mujeres por el hecho de serlo. Ante la pregunta de por qué se dan estas conductas, Samuel Rodríguez, vicedecano de Ordenación Académica y Coordinador de los Estudios en Criminología de la Universidad de Murcia, sostiene que «es innegable que en redes sociales como Twitter la conducta de los usuarios en el ciberespacio presenta una desinhibición que no acontece en el espacio físico».

«Quizá tenga que ver con la equivocada autopercepción de que existe anonimato en su actuar (falso, pues las IP´s asociadas a las cuentas de usuario permiten identificar a cualquier sujeto), o de que no hay un ´guardián capaz´ de perseguir esa conducta, cuando, sin ir más lejos, aparte de la ya evidente presencia policial en Internet, la propia compañía Twitter ejerce un control sobre los contenidos que se profieren en esta red social de microblogging», hace hincapié.

De esta manera, «estaríamos hablando de que factores psicológicos interactúan con factores contextuales para dar lugar a un incremento del riesgo en la realización de ese tipo de conductas».

«Probablemente por ello se pueda afirmar que, en buena parte de los casos, quienes realizan estas comunicaciones violentas de odio en el ciberespacio no las llevarían a cabo en el espacio físico (por ejemplo, utilizando un megáfono en medio de la vía pública, que sería una conducta equiparable), porque sólo en esa concreta interacción referida deciden llevarlas a cabo», explica.

Rodríguez resalta que es «imprescindible determinar qué tipo de mensajes de odio pueden poner en peligro la democracia y cuáles no, puesse corre el riesgo de ´desalentar´ el ejercicio de la libertad de expresión y enmudecer la disidencia política, lo que sería absolutamente contradictorio dentro de un sistema democrático».

Incidir en la diferencia. Es lo que hacen colectivos como Lo Nuestro, que constantemente se hace eco en sus redes de campañas como ´recogida de alimentos, para familias españolas, en pleno centro de Cartagena´. «Ese ´españolas´ denota una discriminación que puede acabar derivando en odio», opinan expertos de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad en la Región. ´Nosotros, a diferencia de la extrema izquierda, no somos un fraude, ni utilizamos la comida del banco de alimentos para posar en las fotos´, añade el colectivo Lo Nuestro en la citada publicación.

Luego están los usuarios que comentan. Se muestran en la misma línea. ´Lo de España, para los españoles´, escribe una mujer en su Facebook. ´Por lo menos alguien se preocupa por los españoles´, apostilla otra. «Se está creando un caldo de cultivo que propicia el rechazo al diferente, y esto es muy peligroso», alertan los expertos.