El Comité de Apoyo a Trabajadoras y Trabajadores del Sexo (CATS) atendió el año pasado a 1.700 personas, de las cuales sólo 10 eran víctimas de trata, explicó el coordinador del Comité, Nacho Pardo. A su juicio, muchas de estas mujeres sufren «jornadas laborales bestiales, de muchas horas, y despidos improcedentes, porque no hay contratos», algo que se solucionaría con la legalización de la prostitución y mejorando las condiciones de las personas que libremente deseen ejercerla.

Pardo destaca que en muchas ocasiones «se confunde la explotación sexual con la laboral». «El estereotipo es que las prostitutas están todas obligadas», espeta, a lo que añade que, en ese prejuicio, «hay mucha distancia con lo que es la realidad».

Las trabajadoras sexuales «son personas normales y corrientes que se buscan la vida», insiste Pardo, al tiempo que subraya que «el gran problema que tiene el trabajo sexual es que no hay un reconocimiento legal». CATS realiza rutas por los burdeles, donde reparten condones y material preventivo y hablan con las chicas.