Cruzar la barrera que ´protege´ la Base Aérea de Alcantarilla significa convertirse en espectador de lealtad. Cada saludo militar desprende complicidad y respeto por el compañero. Hay que verlo para apreciarlo. Son los valores que el Ejército potencia. También son los de los Boinas Verdes.

Leticia Medina, destinada en Murcia, será la primera capitán del Escuadrón de Zapadores Paracaidistas, y ya es Boina Verde. De hecho, ha superado la instrucción para formar parte de esta unidad de Operaciones Especiales este mismo año. Como teniente, define su función de mando en pocas palabras, pronunciadas con infinita convicción: responsabilidad, liderazgo, compañerismo. Para los que vivimos al otro lado de la barrera de la base, puede chocar que haya alcanzado un cargo de tal responsabilidad con 29 años, pero no extraña cuando se le escucha hablar de su trabajo. «Últimamente es más común. De la academia salimos bastante jóvenes. La gente ya puede opositar después del Bachillerato con el plan nuevo. Tengo compañeros que van a ascender conmigo a capitán y tienen 26 años. Además, mi promoción es la que más chicas ha tenido», relata orgullosa.

Palabras llenas de satisfacción, pues para lucir hoy la ansiada boina tuvo que pasar unas pruebas famosas por ser ´las más duras del Ejército´, las que forman a la conocida popularmente como la ´ultraélite´ o, en términos más hollywoodenses, los ´SEALs españoles´. Pero desde dentro, el sentimiento es otro: «Todas las unidades son importantes. Nosotros tenemos otro cometido, y es lo que nos hace físicamente más fuertes o tener otra preparación específica, que un Boina Verde esté preparado para situaciones límite. Quizás eso es lo que la gente no ve normal. Vivir esas situaciones es digno de admirar, pero todo el mundo puede conseguirlo. Todas las unidades son claves en el Ejército», cuenta.

Superar una instrucción tan complicada es cuestión de saber manejar el físico y controlar la mente. Quizás por eso, las pruebas a las que son sometidos los futuros Boinas Verdes son impensables para cualquier persona de a pie, porque entra en juego la fortaleza en ambos planos. Y, en este caso, la leyenda de la crudeza de la instrucción es más cercana a la realidad, porque, según explica la joven, «es duro, se sabe, pero son pruebas específicas para formar personal. Si lo superas es porque puedes llevar a cabo las misiones que te van a encomendar».

Cada año es distinto, la instrucción se va modificando según el personal o los medios, que también van avanzando, y el plan se divide en dos fases: una más física y otra más táctica. En el caso de la teniente Medina, duró seis meses. «Los primeros tres fueron muy duros, muy físicos.

En la segunda fase aprendemos la misión que va a llevar a cabo la unidad, en todo lo que vamos a trabajar». Son pruebas que no caerán en el olvido: «Recuerdo una nevando y la gente decía ´no puedo, no siento el cuerpo, se me está congelando´, y cuando dices ´esto va a acabar, te darás una ducha y cenarás caliente´ se supera. Así, y con el apoyo de la familia -y de una madre que sólo lograba descansar cuando recibía un mensaje de su hija diciéndole que todo iba bien, pendiente del móvil, así fueran las cuatro de la mañana (una de esas noches que los militares en instrucción llegaban para enganchar directamente con el día siguiente, sin dormir)- superó la instrucción. Aparte, el escuadrón pasa todos los años una serie de pruebas físicas. No son las mismas que se pasan dentro del Ejército del Aire, son un poco más duras, «pero son las que se requieren para que tengamos una formación física. No podemos descuidarnos: ni vacaciones ni nada. Incluye desde carreras en equipos hasta todo tipo de flexiones, cursos de buceo o natación».

Leticia Medina reconoce que el porcentaje de compañeros que pasan la instrucción no suele ser alto. «Esto te tiene que gustar, tienes que sentirlo. Hay que saber afrontar todos los retos que te tocan. Hay gente que no asume ese sacrificio, lo que esa unidad demanda de una persona, y hay otra que por lesiones o motivos circunstanciales tiene que abandonar».

Y es que el destino para el que han sido formados no es precisamente fácil. Así, si en estos momentos se alertara al mando por una operación especial, el mando decidiría qué equipo operativo llevaría a cabo esa misión. Se llamaría al equipo, éste entraría en aislamiento y empezarían a plantear el plan, hasta ejecutar la misión. La incomunicación para ´los suyos´ nunca es fácil, pero «las familias saben cómo funcionamos. En la fase de aislamiento te centras en la misión, no puedes estar con otras cosas», explica Medina, que como mando y jefa de equipo tendría que dirigir y organizar todo el planeamiento de la misión.

El día a día también tiene, de alguna manera, su propia ´instrucción´: «Cada día es totalmente distinto. Trabajamos innovando en ciertas técnicas y tácticas, en adiestramiento, para ser lo mejor de lo mejor». Y todo ello desde que forman a las siete y media, cuando comienzan con el deporte. Por eso, no se hace raro entrar en la cantina y ver cómo, a la diez de la mañana, ya están tomando pura proteína.

Leticia no siente vivir en un mundo de hombres. «Es difícil visualizar a las mujeres dentro de la unidad de operaciones especiales, pero aquí las pruebas son las mismas para todos, y lo agradezco, porque no quiero favoritismos. Que mis compañeros vean que yo puedo igual que ellos».

«La gente en general, cuando hablas del Ejército, lo primero que ve es guerra, muerte y destrucción. No todo es adiestramiento para ir a una guerra. El Ejército tiene muchos apoyos, ayudas humanitarias, colaboramos en muchas misiones y son cosas que no se ven, además de los valores que se inculcan», explica. Aunque estos paracaidistas siempre estarán disponibles para subir a 4.000 metros de altura y 15 grados bajo cero (al menos en Murcia), con 12 kilos de paracaídas a la espalda (más armamento, munición, casco...) y dependiendo de sus raciones de combate. A la teniente Medina, de hecho, el ´pan galleta´ -que dura un año- le encanta. Y ya está preparada para plegar y subir al avión, si recibe ´la llamada´.